Los robles del cementerio alemán
Uno de los mejores ejemplos de un cementerio alemán es el Deutscher Soldatenfriedhof de La Cambe. Próximo a Bayeux, está a solo unos pocos kilómetros de las playas de Normandía que fueron escenario del Día-D. Sobriedad, amplitud y escasos honores a los soldados caídos del bando perdedor. Aun así, siempre hay espacio para los símbolos nacionales.
El cementerio de La Cambe, antes del desembarco, fue un campo que servía al ejército alemán para enterrar a los muertos que se producían en esa zona. Después del Día-D, el camposanto también empezó a utilizarse como lugar de enterramiento para los soldados estadounidenses. Sin embargo, una vez se habilitó el célebre cementerio estadounidense de Colleville-sur-Mer, los caídos de este ejército fueron trasladados a su nueva ubicación o repatriados su país.
Finalizada la guerra, no existía un lugar específico para enterrar a miles de los soldados alemanes que se encontraban en los campos de batalla del noroeste francés. Los pocos cementerios que existían, como La Cambe, se encontraban en una situación pésima. Sería a partir de 1954, tras la firma del tratado franco-germano, cuando el Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge - VDK (Organización Alemana para la Conservación de Cementerios de los Caídos de Guerra) volvería a ocuparse de los cementerios alemanes en territorio extranjero. Tras varios años de trabajo, La Cambe fue inaugurado oficialmente en 1961.
Los trabajos de la VDK habían comenzado, en realidad, años antes. Fue en 1919, ante la imposibilidad de que la República de Weimar pudiera hacerse cargo de estos cementerios, cuando esta organización civil empezó a ocuparse de los cementerios de soldados alemanes en el extranjero. Además, y aunque el Tratado de Versalles obligaba a las potencias extranjeras a mantener dignamente los cementerios de los soldados de las potencias extranjeras combatientes, la mayoría de países europeos no mostró mucha preocupación por estas labores de mantenimiento. Por este motivo, no se opusieron a que la VDK se ocupase de la conservación de los cementerios alemanes durante el período de entreguerras, aunque sus trabajos se vieron suspendidos con el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
La VDK encargó el diseño de los cementerios alemanes a Robert Tischler, arquitecto y veterano de la Primera Guerra Mundial. Para el más tarde colaborador nazi, y que siguió en su puesto tras 1945, una de sus principales preocupaciones era mantener el espíritu germano en unos espacios en los que, lógicamente, no podían erigirse ningún elemento nacionalista o que evocase la grandeza de un ejército derrotado. Además, el espíritu que la VDK obligaba a buscar la necesaria reflexión sobre la importancia de la paz y la devastación de la guerra.
Tischler optó por construir espacios abiertos, integrados en la naturaleza que les rodeaba. Un claro en el bosque. Un espacio fundamental para la cultura y la mitología alemana en el que se produce el encuentro del hombre con la naturaleza. Y nada mejor para hacer presente la identidad germana que los robles. Su árbol nacional. Según la mitología germana (y nórdica), el irminsul o pilar que unía el cielo y la tierra, y el lugar en el que Odín se sacrificó, se representaba con un tronco de este árbol (aunque en algunas ocasiones es de un fresno).
Durante la década de 1920 y 1930, el VDK decidió emplear losas de piedra en el suelo para indicar el lugar del enterramiento. En ellas, se inscribía el nombre de los soldados (si se conocían) o leyendas como «Zwei deutsche soldaten» (dos soldados alemanes) en el caso de no haber podido identificar los cuerpos. Además, fue habitual erigir promontorios para indicar la ubicación de fosas comunes. Una muestra de los horrores de la guerra que, a juicio de Tischler y el VDK, debía hacer reflexionar a los supervivientes sobre el sinsentido de la guerra. A partir de 1945, se empezaron a emplear pequeños grupos de cruces de zinc o madera, materiales que, con frecuencia, se teñían con alquitrán para aguantar mejor la intemperie. Una estética que se ha mantenido hasta el presente. En el caso de Le Cambe, se optó por la construcción de pequeños grupos de cruces de lava basáltica.
En 1966, el surgimiento de la Comunidad Europea y las iniciativas para la reconciliación francoalemana, llevaron a un acuerdo entre los dos países para suprimir la aplicación del artículo 225 del Tratado de Versalles. Este hecho derivó, de manera permanente y oficial, el mantenimiento de los cementerios militares alemanes al VDK.
En España, contamos con el Cementerio Alemán de Cuacos, en Yuste. Con poco menos de dos centenares de fallecidos de la Primera y Segunda Guerra Mundial, el cementerio empezó a construirse en 1980 y se inauguró tres años después. También están presente los robles, aunque en este espacio se acompañan con olivos y alcornoques, y las cruces son de granito.
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