Ciencia e innovación: search & explore
Busque en el boletín de convocatorias, rebusque en el historial de los miembros de su grupo de investigación, revise los miembros de la comisión evaluadora y, si hay suerte, recicle alguna propuesta que se parezca algo a las líneas prioritarias de las bases. Una metodología sencilla y aplicada que concluye con una mirada al infinito mientras se adjuntan los documentos en la plataforma web del organismo correspondiente. Gran innovación esta de poder concurrir con el DNI electrónico y evitar las largas colas de los registros administrativos.
Pliegos y pliegos, boletines, convocatorias, bases e interpretaciones de los criterios de adjudicación para el reparto de pocos fondos para muchas investigaciones y para muchos más investigadores. Una situación que traspasa los límites del lema «hacer, de la necesidad, virtud» y que, además, se ve condicionada por un reparto de los recursos que podría representarse con un banquete en el que las ciencias sociales son acomodadas en la mesa de los niños, gaseosa para todos, y las humanidades tienen menos suerte que Cándido en Nochebuena (al menos él cenó).
La gestión de la escasez, a la que poco contribuye la inversión privada en i+d+i, ha conducido a un modelo (al menos en las ciencias sociales) en el que es más importante encajar la investigación presente (o futura) en las bases de la convocatoria, que tener un proyecto original e innovador. Obviamente, son las instituciones las que marcan las líneas directivas (el horizonte de futuro) por el que debe transitar la ciencia española, y por extensión, europea. Todo razonable. Sin embargo, incluso en un ámbito más avanzado como el de los famosos 2020, los investigadores que sobreviven a la maraña burocrática, luchan en una interminable partida de Risk en la que intentan montar un consorcio lo suficientemente sólido y prometedor como para poder competir por los sustanciosos fondos de la Comisión.
Dificultades que se suman a este modelo científico en el que las universidades han transmutado en centros de investigación en los que, ANECA mediante, es más importante publicar en revistas científicas que investigar (no digamos ya dar clase…). ¿Cómo es posible publicar sin investigar? Fácil, en el paraíso de las fuentes secundarias. Un privilegio, ciertamente, del que no todas las disciplinas científicas pueden disfrutar y que, inevitablemente, nos lleva a una pregunta, ¿cómo sería posible investigar sin un extenso CV lleno de publicaciones con el que puntuar en la valoración de los miembros del equipo investigador? Espiral de gusano y doble carpado que condiciona el acceso a los fondos y, prácticamente, todo el modelo científico-académico español. Cuestión de la que ya hemos hablado cuando comentábamos la temida reforma del sistema de acreditación y de la que no se espera mejoría.
No hay ojeadores de talento. Hemos sido capaces de importar el paper, el expertise y assessment, el scope, el peer y el review… hasta el más gilipollas de los anglicismos y se nos han olvidado los heahhunters, recruiters… Nos vemos obligados a simular la excelencia investigadora en el trampantojo de la autofinanciación (o, para quien tiene más suerte, en los art. 83), mientras suspiramos y confiamos que, algún día, un mecenas nos rescatará de este pozo de miseria tras encontrarnos en el «Partner Search» del 2020. La ilusión meritocrática de cada día.
Todo ello conduce a la consolidación de un modelo científico en el que parece más importante replicar (no confundir con realizar progresos en un mismo sentido) que innovar. Ajustarse al imaginado criterio de la comisión de evaluación (eso si no quedan descartados por ser enemigos mortales), que arriesgarse a presentar una investigación original. Es como si Galileo, antes de publicar su Sidereus nuncius, hubiese consultado a los miembros del Tribunal del Santo Oficio si les parecía bien y le daban el plácet para financiar sus telescopios. Seguramente se hubiese evitado un disgusto con los jesuitas, pero el Renacimiento hubiese sido un poco más geocéntrico y mucho menos (científicamente) revolucionario.
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