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Esos torpes viejos politólogos



La juventud es, en sí misma, un valor. La exuberancia casi insultante, para quien ya la ha perdido, de quien tiene toda la vida por delante y no teme arriesgar su ego para construir su reputación. Por supuesto, pese la ya legendaria longevidad de los politólogos, en algún momento, también ellos fueron jóvenes (más ahora, que la juventud llega hasta los cuarenta, o más…). Y, además, fueron jóvenes fácilmente identificables… solo había que mirar a un grupo de amigos para descubrir quién era el coñazo de politólogo que torturaba a sus colegas con una interminable disquisición sobre la metamorfosis del sistema de partidos, la riqueza del lenguaje político en los discursos de los federalistas, el equilibrio imperfecto en la reordenación de potencias en la escena internacional tras la descolonización o el concepto de soberanía (que el de hegemonía todavía no era TT).