| 0 comentario(s)

Banderas de nuestros partidos



Son muchos los países en los que los mítines (casi cualquier acto de campaña) se llenan de una marea de banderas nacionales. El país con el/la candidata/a. ¿País? ¡La nación! Signifique lo que signifique eso de nación, la idea de la mayoría ofrece tanta solvencia como elemento de respaldo que parece casi imposible evitar el uso de este recurso. Incluso en un país como España, siempre a vueltas con los símbolos nacionales, ha sido imposible no recurrir a esa particular combinación de colores, franjas, escudos, estrellas… Un soporte cuya capacidad de influencia y movilización se encuentra muy por encima de la apelación de esa mayoría de la que se quiere presumir.
| 0 comentario(s)

Ese entusiasmo que moviliza



Sorpresa, asco, tristeza, ira, miedo y alegría. «The big six», tal y como Prinz bautizó la síntesis emocional que el famoso psicólogo Paul Ekman publicó hace ya más de treinta años. Una tipología a la que Pixar (actualizada por el propio autor en cinco emociones básicas) sacó lustre en su fantástica «Inside out», y por las que, en forma de fases de un proceso catártico, han transitado miles de ciudadanos gracias al procés, 9N, más procés, leyes para el referéndum y desconexión, 1-O, cargas policiales, soledad internacional, salidas de empresas, huelgas, 155… y un montón de sucesos y reacciones que parecen anticipar el inmovilismo como el único escenario probable en las próximas elecciones del 21 de diciembre.
| 0 comentario(s)

Contra Cataluña: el error metonímico



Únicamente La Ola y Cromwwell han sido capaces de arrebatar el récord a Good Bye Lenin! en el dudoso registro de haber sido la película más veces proyectada en las aulas en las que se imparte ciencia política. Una película inteligente cuya mayor audacia no está en la crítica al régimen comunista de la Alemania Oriental, la descomposición de una distopía, sino en la sencillez con la que se retrata la construcción de una realidad paralela que, para la protagonista, se convierte en la única verdad. Pura semiosis. 
| 1 comentario(s)

Esos torpes viejos politólogos



La juventud es, en sí misma, un valor. La exuberancia casi insultante, para quien ya la ha perdido, de quien tiene toda la vida por delante y no teme arriesgar su ego para construir su reputación. Por supuesto, pese la ya legendaria longevidad de los politólogos, en algún momento, también ellos fueron jóvenes (más ahora, que la juventud llega hasta los cuarenta, o más…). Y, además, fueron jóvenes fácilmente identificables… solo había que mirar a un grupo de amigos para descubrir quién era el coñazo de politólogo que torturaba a sus colegas con una interminable disquisición sobre la metamorfosis del sistema de partidos, la riqueza del lenguaje político en los discursos de los federalistas, el equilibrio imperfecto en la reordenación de potencias en la escena internacional tras la descolonización o el concepto de soberanía (que el de hegemonía todavía no era TT).