Daenerys del fascio



Daenerys, de los Targaryen de toda la vida, Daenerys de la Tormenta, Rompedora de Cadenas, Madre de Dragones… y así hasta el infinito y más allá. Uno de los personajes más queridos y respetados del circo carnicero de Juego de Tronos. La legítima aspirante al trono de los Siete Reinos que, allá por donde pasa, libera esclavos y guerreros para que se unan a su causa: un mundo donde todos sean tan iguales y libres que solo ella reine a lomos de uno de sus dragones. 

Sin duda, una reina que libera esclavos, tiene un ejército de eunucos, está asesorada por un enano con más frases ingeniosas que Oscar Wilde y tiene la protección de tres dragones, es digna de admiración, sobre todo en un mundo fantástico con gigantes, muertos que resucitan y bastardos por doquier que actúan en una conspiración que parece no tener fin. Juego de tronos, esa serie de televisión que adelantó a sus novelas y en la que la descripción del poder siempre resulta tan próxima a la cloaca que un personaje como Daenerys nos resulta tan puro que es imposible no quedar cegados por su brillo. El problema no es que empaticemos con ella y su particular corte de las maravillas en lo alto de una pirámide gigante, el problema es que trascienda la ficción y despierte la admiración de todo tipo de personas, también de líderes políticos, que la toman como un modelo a seguir. Yo de mayor quiero ser como la Madre de Dragones e ir por los pueblos de España liberando esclavos… toma ya! Puro fascismo. 

Que la lección política más importante que muchos extraen sea la catarsis revolucionaria que Daenerys procura allá por donde pasa, resulta preocupante. En esta ficción, como en muchas otras, aparecen unos pobres ciudadanos que ni siquiera son conscientes de su situación pero que, como por arte de magia, se dejan deslumbrar por un poder tan magnánimo que no solo los libera, sino que además regirá el resto de sus vidas. Lo que les digo, puro fascismo. No solo porque la Rompedora de Cadenas no procura ningún tipo de revolución, sin necesidad de recurrir a la dialéctica se hubiese agradecido que los esclavos tuvieran un papel más activo que esperar que un dragón (un ser mitológico) les liberase de su vida mierder, sino porque todo depende de la arbitrariedad de este poder. Si la reina se amodorra en su pirámide, te quedas siendo esclavo toda la vida… y si pone a punto su GPS, te libera hasta el iPhone 7. 

Lo cierto es que Daenerys se une a una larga lista de heroínas y héroes que han procurado, en todo tipo de ficciones, una vida mejor a un insulso grupo de ciudadanos pasivos. Algo muy de moda en la década de 1930 en Europa… y es que todo suena demasiado a los Estados fascistas. Simplificando: corporativismo a tope, economía dirigida, sociedad interclase, un gran cuerpo social, comunidad espiritual indivisible, férreo control político y social de un poder con una gran capacidad represiva, componentes identitarios basados en la reacción contra el otro y/o el victimismo (los desheredados…)… y un gran poder de origen cuasimístico que es el único capaz de interpretar los designios del destino y, por tanto, de decirnos qué hacer en cada momento. Socialización a tope que decenas de superhéroes llevan procurándonos décadas y décadas y de los que hay hasta versión de dibujos animados pop como Las Supernenas

Aunque se agradecería una visión un poco más crítica y exigente con la serie, al final, por supuesto, todo queda dentro de la burbuja de las series políticas. Una suerte que la realidad sea tan tozuda que no deje lugar a la esperanza de ver asomar por el horizonte a la Khaleesi montada a lomos de unos de sus dragones liberando Europa de… los malditos burócratas de la capital! Sin embargo, en la serie, todavía nos quedan un par de temporadas para ver si finalmente marchará sobre Desembarco del Rey con sus camisas negras… ¿Aparecerá al final la Madre de Dragones sentada en el trono de hierro portando el fascio mientras una multitud grita: Ein Volk, ein Reich, ein Führer!?


Comentario(s) a la entrada