Diario de campaña: los espontáneos



Todo marchaba según previsto hasta que apareció un espontáneo… y sin avisar ni nada, como si en una campaña electoral no debiera estar todo perfectamente sincronizado… hasta las interrupciones. Una falta de respeto, la de tantos espontáneos que intentan hacer gala de su profesionalidad al trastocar con su performance el guion de todo tipo de mítines, presentaciones, paseos de candidatos… llevándose como premio gordo un minuto de gloria que, con frecuencia, no tiene mayor trascendencia. 

Generalmente, la intención de estas interrupciones no es otra que protestar, voz en grito, contra el partido o candidato que preside el acto político. Un boicot de baja intensidad que no debe confundirse con otro tipo de actos, de carácter violento, que atacan la libertad política y cuya reprobación no se hace esperar. Al margen de estos, los espontáneos que solo intentan llamar la atención sobre algún asunto concreto, tras los gritos pertinentes, son placados por los servicios de seguridad del partido que, obviamente, se encargan de expulsarlo del recinto con los abucheos pertinentes de militantes y simpatizantes como sonido de fondo. En muchas ocasiones este tipo de acciones pasaban inadvertidas para la inmensa mayoría del público, pero desde que tenemos móvil con cámara y tarifa barata de datos, tarda pocos segundos en iniciar la cuenta atrás de su minuto de gloria. 

Un hombre que reclama a Pablo Iglesias las promesas incumplidas, otro que llama mafia al Partido Popular en un acto en que se presentan sus candidatos a las elecciones generales, un independentista que clama su eslogan ante un Rivera impávido… Y es que nadie, en ninguna parte, se libra de este tipo de actos, desde Obama y su ejército de espontáneos hasta un Trump que presumió de juego de caderas en su atril mientras su equipo de seguridad reducía a uno de sus protesters. Claro que también hay quien aparece como un señor que pasaba por allí y que, en realidad, formaba parte del atrezo del partido, como aquel corredor que tanto admiraba a Mariano Rajoy. Mejor no tentar a la suerte y no hacer intrusismo profesional en el mundo de los espontáneos. 

Sin duda, cabría incluir otro tipo de espontáneos, igualmente impredecibles pero mucho más divertidos. La típica señora que se lía a besos con el candidato, los niños que dicen lo primero que se les pasa por la cabeza (o que ponen cara de enfadada), animales que no se comportan como deberían (qué razón tenía Hitchcock al advertirnos que nunca debíamos trabajar con niños ni animales ni Charles Laughton… claro que este último ya no está para ninguna campaña)… hasta aquellas que, en medio de un mitin, piropean a un candidato que aprovecha la interrupción para devolver el cumplido y ganar unos puntos de carisma. No hay que dejar pasar la ocasión para ser espontáneo, aunque en realidad lo ordene el guion.

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