Diario de campaña: el ticket electoral
Uno de los anuncios más esperados en las campañas electorales estadounidenses, sobre todo si han estado precedidas de unas primarias intensas, es el del ticket electoral. Esto es, el anuncio de quién ocupará la vicepresidencia. La puesta de largo de un equipo con el que se intenta, en la medida de lo posible, completar la oferta electoral y cubrir algunos segmentos clave del electorado, mejorando el posicionamiento y competitividad del conjunto.
En los regímenes parlamentarios, como es el caso de España, conocer quién se hará cargo de la vicepresidencia no es especialmente relevante. La imagen presidencial de Suárez no necesitaba ningún tipo de refuerzo (menos rodeado de un ejército de penenes), Felipe González tenía tanto carisma que ni el tándem que formaba con Guerra consiguió restarle valor a su imagen personal y a José María Aznar ni siquiera le gustaba demasiado Álvarez Cascos… pero sí los equipos, sobre todo los económicos.
El ticket Iglesias-Garzón (aunque, en un eventual gobierno, probablemente Garzón se ocuparía de Economía, puede que una Vicepresidencia económica) presenta una enorme fortaleza dada la buena imagen que tienen en distintos segmentos (también comparten algunos). Jóvenes, preparados, proactivos… una serie de elementos positivos que han conjugado con la idea de la confluencia. Toda una jugada ganadora, aunque el líder de IU vaya en el número cinco por Madrid, con la que es más fácil cubrir un mayor territorio en la tortuosa campaña electoral.
De los segundos de Rivera y de Sánchez poco o nada se sabe. El valor más en alza de Ciudadanos es una Arrimadas que ni siquiera se presenta al Congreso. Toda una oportunidad perdida a juzgar por las valoraciones que la entusiasta prensa ha hecho del debate del #9J. Por su parte, Sánchez ha buscado y buscado una figura lo suficientemente relevante para impulsar su candidatura. Sin embargo, si el fichaje de Irene Lozano fue del todo fallido, no parece que la actual número dos por Madrid, Margarita Robles, supla estas carencias. Claro que en esto también cabría una reflexión similar a la de Ciudadanos sustituyendo, eso sí, el apellido Arrimadas por el de Díaz. Poco recorrido el proyecto socialista, mucho más si tenemos en cuenta el exiguo rendimiento que han obtenido los equipos de expertos con los que el PSOE se empeña en presentar una alternativa al gobierno, con baterías de propuestas que en su mayoría no han trascendido a la opinión pública.
Y es que si de equipos se trata, los populares siempre han tenido claro que se trataba de la mejor solución ante la falta de carisma de los candidatos (qué tiempos aquellos en el que el carisma lo era todo). Un ticket electoral maximizado. Tanto en las elecciones de 1993, primer intento serio de alcanzar el poder, como en 1996, el PP puso todas sus energías en mostrar la existencia de un equipo preparado para formar gobierno… lo que, a su vez, sirvió para construir el hiperliderazgo de un Aznar a cuya sombra únicamente pudo crecer un Rodrigo Rato elevado a la categoría de mito. Y como otros mitos, la caída del paraíso llegó, no sin antes planear sobre un par de equipos económicos de un eventual gobierno de un Mariano Rajoy que, como suele ser habitual entre los populares, necesitaba del respaldo de alguna gran figura (recordemos que tras el traumático no fichaje de Ruiz-Gallardón, después del bloqueo de Aguirre, se anunció la incorporación como número dos de Pizarro) y que parece haber encontrado Soraya Sáenz de Santamaría su más leal escudera, aunque en esta ocasión hayan prescindido de su imagen... no obstante, no pierdan la esperanza, siempre habrá tiempo de recuperar la 'operación menina'. Qué sería de un ticket electoral sin alguna sospecha de traición o conspiración ad hoc. Ya lo decía Oscar Wilde, en un matrimonio, tres son compañía y dos la soledad.
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