Mejor guapo que feo. Mejor mejor que peor
Una cara atractiva parece el mejor reclamo para el éxito, también el éxito político. Un principio que intentan cumplir cientos de asesores que preparan la escenografía de sus asesorados para que se les vea atractivos sin llegar a ser arrebatadoramente guapos. No hay que pasarse, cierto grado de frivolidad es admisible pero demasiada puede destruir al mejor de los candidatos. En cualquier caso, ser atractivo ofrece un importante ventaja competitiva, o al menos eso deben pensar millones de electores que al ver el rostro de los candidatos a los que, en una fracción de segundo, deciden premiar con su voto. Un fogonazo visual capaz de influir en su comportamiento y determinar, en parte, el éxito de una candidatura. ¿Es poco racional? Sí. ¿Acaban los votos en la urna? Sí.
La neurociencia lleva tiempo advirtiendo de la escasa racionalidad que los votantes desarrollan a la hora de votar, lo que se ha denominado como el voto emocional. Y qué hay menos racional que decidir el voto en función del rostro de los candidatos. Esto mismo debió pensar Alexander Todorov, profesor de la Universidad de Princenton, quien realizó un experimento dirigido a medir la influencia del rostro (la imagen) en la conducta electoral (+1). Una prueba sencilla con la que fue capaz de predecir el voto de 3 de cada cuatro participantes.
Durante el experimento se mostró a un grupo de voluntarios una serie de imágenes de rostros de candidatos que se presentaban a las elecciones al Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de los años 2000, 2002 y 2004. Asegurándose de que los participantes no conocían ninguno de los rostros que se enseñaron, en caso de conocerlos se identificaban y retiraban para evitar sesgos, se exponían las imágenes de un par de caras durante una fracción de segundo (sin decir que eran políticos) y se les pedía que los calificasen (honesto, agradable, inteligente, competente…) y/o decidiesen a quién votaría. Los resultados que ofrecían los participantes fueron capaces de predecir el 70% de los candidatos ganadores en las elecciones.
La pregunta que todo neuroconsultor desea resolver, o todo responsable de una candidatura, es averiguar qué rasgos físicos debe poseer un candidato para obtener el favor de los votantes. Lo estudios demuestra que, además de los clásicos atributos como la competencia, integridad y honestidad, los ciudadanos buscan algunos rasgos de manera recurrente. Todorov, más allá del éxito que alcanza un rostro con una forma redondeada, unas mandíbulas angulares, ojos juntos… observó como las resonancias mostraban un comportamiento más favorable del cerebro cuando se visualizan rostros maduros, con cierto atractivo (sin llegar a guapos), ligeramente rudos y, por supuesto, simétricos. Nada hay tan atractivo como la simetría.
¿Puede un rostro con los rasgos adecuados ganar unas elecciones? Momento este de negar la mayor y jurar lealtad a la rational choice… como si fuese necesario. El propio Todorov resolvió la cuestión en el mismo sentido que apuntaban otras investigaciones anteriores: el aspecto físico de los candidatos influye más en aquellas personas se informan menos sobre política y ven mucho la televisión. ¿Un rostro atractivo con los rasgos adecuados mejora la competitividad electoral? Sí, probablemente. ¿Depende en un alto grado del perfil del electorado? Sin duda. Ante esto solo quedan dos opciones, buscar electores más tontos y candidatos más atractivos, o electores mejor informados y más interesados por la política y candidatos mejor preparados. Ustedes mismos.
1 comentario(s)
El aspecto físico influye decisivamente en el comportamiento del votante. No podemos olvidar la parte subconsciente que todos tenemos porque es la que nos mueve a tomar la mayoría de decisiones.
Es curioso ver por ejemplo cómo los políticos dicen una cosa y transmiten unas emociones distintas que inducen a pensar otra. En la web http://bit.ly/BPE_Home examinan los discursos para saber si están transmitiendo de verdad lo que dicen.
Publicar un comentario