Mejor guapo que feo. Mejor mejor que peor
Una cara atractiva parece el mejor reclamo para el éxito, también el éxito político. Un principio que intentan cumplir cientos de asesores que preparan la escenografía de sus asesorados para que se les vea atractivos sin llegar a ser arrebatadoramente guapos. No hay que pasarse, cierto grado de frivolidad es admisible pero demasiada puede destruir al mejor de los candidatos. En cualquier caso, ser atractivo ofrece un importante ventaja competitiva, o al menos eso deben pensar millones de electores que al ver el rostro de los candidatos a los que, en una fracción de segundo, deciden premiar con su voto. Un fogonazo visual capaz de influir en su comportamiento y determinar, en parte, el éxito de una candidatura. ¿Es poco racional? Sí. ¿Acaban los votos en la urna? Sí.