Neuropolítica y Big Data



Predecir el pasado, empeño de un ejército de politólogos que intentan, de este modo, encontrar algún sentido al fallido arbitrio que algunos llaman comportamiento político. Una tarea nada sencilla en la que, sin embargo, se ha alcanzado resultados significativos en la estimación del resultado futuro. Principalmente, por la mejora de unas técnicas demoscópicas que permiten adivinar en el horizonte la Magic Town imaginada por Gallup.

La emancipación de los electores, un logro renacentista que (al menos en parte) los liberó de los planteamientos clásicos que circunscribían su comportamiento a su pertenencia a un grupo o la identificación ideológica… Un universo lleno de autómatas en el que solo el voto racional (además de otros factores como la caída de la identificación partidista, la irrupción del consumismo político, etc.), y pese a la fuerte presencia del marketing en todo lo que tiene que ver con la política, permitió situar al ciudadano como el centro político sobre el que todo gravita. Pero… ¿si los electores no fuesen realmente libres? ¿Si fuera tan fácil condicionar su comportamiento como cruzar adecuadamente una serie de variables en una gran base de datos? ¿Si su posición política quedará determinada en la semana de gestación en la que el feto comienza a desarrollar su cerebro? Sin duda, una de las grandes aportaciones que la neurociencia y las aplicaciones del big data pueden ofrecer a la ciencia política, si es que permiten su supervivencia, además de su empleo para explicar o estimar el comportamiento, sino su capacidad para producirlo.

Leer más: Beerderberg nº 6

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