Estudiantes del mundo, uníos



Paseando por la Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación pueden verse algunos de los carteles motivacionales que intentan incentivar la participación de los estudiantes en las Elecciones a Delegados de la UC3M. Un esfuerzo lleno de creatividad en un país como España en el que se prohíbe a las instituciones promover la participación (se puede informar del proceso, pero no promocionar la participación pues se entiende que la abstención es igualmente un derecho a proteger… cosas de la Junta Electoral Central). Hay que hacer de la necesidad virtud y las campañas de bajo coste priman la creatividad. Todo un desafío para nuestras asociaciones de estudiantes, ya sea la Carlos Marx con sus sangríadas o Demos con su empeño por convertirse, a golpe de debate electoral, en la Student Government Association Council de la Universidad de Maryland.

Los estudiantes siempre han conformado un grupo particularmente activo dentro del plano político. Principalmente vinculados a la protesta contra el poder establecido, las ganas de transformar la sociedad en la que viven ha sido su nota más característica. Cambiar el mundo, un sueño de juventud lleno de un idealismo que, en una explicación constreñida a términos biológicos, se vincula al nivel de hormonas en sangre y a su paulatina reducción a medida que llega la vejez, también conocida como madurez. No es que con los años nos volvamos más conservadores (o cómodos), simplemente es que se nos ha pasado la edad para que nuestras hormonas agiten nuestra conciencia cada dos por tres (por eso los viejos comprometidos son tan peligrosos). 

La confrontación de los estudiantes contra el orden establecido ha sido recurrente a lo largo de la historia, no solo en la lucha contra el poder, también contra la lógica dominante. Baste con recordar todos aquellos avances que se producían en distintos campos de pensamiento en las escuelas clásicas o, más tarde, en las universidades. Avances en la filosofía, matemáticas, física, medicina... cuyo origen no fue otro que el atrevimiento de imaginar lo que nadie había pensado antes que sería posible. Todo un riesgo, pues por menos de un pensamiento contrario a la línea doctrinal podías acabar en la hoguera. 

Pese a la gran lista de estudiantes que hicieron avanzar a la humanidad con su audacia, en el campo político, sin duda, es el Mayo francés del 68 el que figura como el movimiento estudiantil más recordado. Cosa de los franceses, si fueron capaces de convencernos a todos de que se liberaron del enemigo alemán y acabaron ganando la Segunda Guerra Mundial, qué les iba a costar hacer un mito de unas protestas estudiantiles y convertirlas en el Nirvana de todo líder europeo de izquierdas que se precie. Sea como fuere, las calles de París (y otras ciudades francesas) se llenaron de grupos estudiantiles de izquierdas que protestaban contra la deriva de la sociedad de consumo. Adoquines voladores y la mayor huelga general de Francia (convocada conjuntamente con los sindicatos) que hizo marchar a más de seis millones de personas y tensó el rostro del propio De Gaulle (ya por aquel entonces convertido en un busto mayestático). 

Un fantasma recorría Europa, aunque en esta ocasión fuesen unos estudiantes que replicaron protestas a lo largo y ancho del mundo (y en realidad París no fuese exactamente el epicentro). Internacionalización que alcanzó distintos hitos entre los que EEUU destaca por la coincidencia del movimiento hippie y las protestas contra la Guerra de Vietnam. Panteras Negras, Woodstock (se celebró en 1969) y la lucha por los Derechos Civiles al paso del reverendo King. Una convulsión que en muchos países de Latinoamérica llevaba tiempo viviéndose, como en Chile, donde las protestas contra la Reforma Universitaria de 1967 solo fueron disueltas con el golpe de Estado de 1973. O especialmente intensa la actividad estudiantil en México, país en el que han sido recurrentes las protestas a lo largo de todo el siglo XX y que han llegado hasta el presente, como por ejemplo la huelga de estudiantes en la UNAM contra la modificación del reglamento de pagos, en la que participaron todo tipo de actores políticos, que se desarrolló entre 1999 y 2000. También el movimiento #YoSoy132 del año 2012, bautizado por algunos como la Primavera Mexicana. Todo se ha convertido en una gran primavera en la que parece que los frutos no terminan de madurar. 

La lejanía con Asia nos hace perder de vista la importancia que muchos movimientos estudiantiles tuvieron en la década de 1920 y 1930 en la sucesión de distintos regímenes políticos. Y eso a pesar de las muy celebradas protestas en Hong Kong el año 2014, conocidas como la Revolución de los Paraguas, que fueron organizadas por Occupy Central with Love and Peace y el consejo estudiantil Scholarism en un intento de modificar la normativa electoral. Toda una osadía en ese equilibrio que las autoridades chinas llaman régimen mixto. Una explosión y exposición mediática que ha recorrido el mundo. No obstante, son muchos los que pese a la vistosidad de las imágenes de los paraguas y los smartphones no pueden borrar de su retina las protestas de la Plaza de Tiananmén de 1989, todo un vintage de la protesta estudiantil revisitado. Aunque puestos a elegir, y sin movernos de China, no hay nada como una Revolución Cultural (sobre todo si está dirigida por el propio Mao para hacer una purga en el partido) para hacer sentir a la impronta de la juventud en la política. 

Mala comparación para los estudiantes españoles, cuyas elites pasaron de la vida republicana contemplativa y aburguesada de la Residencia de Estudiantes a la persecución, exilio y/o clandestinidad de la dictadura. Un escenario aún menos alentador si tenemos en cuenta que tras años de protestas lo más parecido a una revolución cultural fue la Movida madrileña… claro que para aquel entonces muchos ya se habían institucionalizado en alguna de las fórmulas partidistas de la transición. Solo el 15-M, esa amalgama de grupos, asociaciones, individuos, nodos, partidos… parece haber dado la oportunidad de tomar la palabra, aunque más que un movimiento estudiantil se trate de un movimiento generacional (agregado). Sin embargo, pasadas las primeras convulsiones la universidad sigue en compás de espera mientras la insticionalización continua siendo la nota más característica de nuestros movimientos estudiantiles. Formar cuadros, una función estándar, común en todos los países del mundo, que en nuestro país ha alcanzado un desarrollo que ríete tú del mito de la eficiencia germana.

Sea como fuere, las elecciones han sido convocadas y si bien podemos reciclar un cartel de Rodchenko, maestro del constructivismo ruso al servicio de la propaganda soviética, también podemos hacer un esfuerzo por liberar nuestras hormonas y que los estudiantes hagan de estudiantes. No puede ser tan difícil.


1 comentario(s)

Anónimo | 28 de octubre de 2015, 19:23

Las protestas universitarias de la década de los 50 también fueron revolucionarias. Una revolución falangista, de corte totalmente opuesto al mayo del 68 pero, revolución a fin de cuentas.

Claro, Paco se cargó el SEU, pero ahí también se cocían habas.

Un reconocimiento a los estudiantes españoles que quisieron su revolución, a su(nuestra) manera.