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Deporte y propaganda política



Probablemente, como en otras tantas cosas, fueron los ciudadanos de la ciudad-estado de Atenas los primeros que se dieron cuenta de la importancia del deporte, y así, a los habitantes de Olimpia les dio por celebrar unos juegos a mayor gloria de su excelencia en la búsqueda del hombre ideal (no solo en lo físico sino también en lo intelectual). Una proyección de una serie de virtudes o características que los hacia únicos y dignos de ser batidos por cualquiera que desease ser mejor que ellos. Y es que detrás del deporte hay muchas más cosas que tienen poco que ver con el esfuerzo o los valores que el barón de Coubertin trató de imprimir a los Juegos Olímpicos modernos, y que más allá de la venta de camisetas, los derechos televisivos o la tiranía de un refresco azucarado con cafeína, presentan una serie de ventajas que los convierte en un vehículo de comunicación extraordinariamente versátil. Buena prueba de ello es la campaña Guanyarem, con la que la Plataforma ProSeleccions Esportives Catalanes trata de vincular el deporte de base con la sociedad civil dentro de ese conglomerado propagandístico en el que se ha convertido el soberanismo catalán. Nada original.