No hay políticos como los de la tele, o sí
«The only bad people to have in your life are teachers. I’d trust assassins over teachers»
Eli Gold, #TheGoodWife
No fue el Presidente Underwood el primero en enseñarnos los entresijos del poder, ni tampoco lo fue desde el tubo catódico el Presidente Barlett y su enérgico modo de me pongo la chaqueta como quien da un quite, ya habían desfilado mucho antes por la televisión los Yo, Claudio, Sí, ministro… y hasta el homoantecesor británico de Underwood. Sin embargo, la buena salud de la que goza la ficción televisiva se ha visto acompañada del Desembarco de un buen número de productos que centran su atención en la política, en el poder político. Ya sea en tono comedia, como la más o menos exitosa Veep, que por muchas referencias que hagan en su carátula de presentación no se parece ni por casualidad a The thick of it; Alpha House, gracias a la que ya conocemos el lugar en el que John Goodman emergió tras su baño en las aguas del Mississipi; o la siempre irregular Spin City o Parks and recreations. También hay productos de más brillantina precocinada que intriga, como Scandal, Madam Secretary, Commander in chief o Political animals, pero sobre todo tenemos la producción netamente dramática en la que, ya sea directamente, como las muy celebradas House of cards o Borgen (siempre comparadas, siempre tan distantes), o el Secret State en el que Gabriel Byrne borda otro papel haciendo de sí mismo, ya sea indirectamente, como esa trastienda política enfangada que solo Alicia parece atreverse a atravesar en esa joya llamada The good wife, la permanente conspiración (homicida) de Juego de Tronos, o ese complot mundial tan adictivo de Utopia (en su primera temporada y primer capítulo de la segunda, el resto...).