La vieja Facultad de Políticas

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Decía Oscar Wilde, escritor y redactor de frases célebres (probablemente la mayor parte mal atribuidas), que uno escribe memorias cuando se queda sin memoria. Este es el mismo comentario que le hice a @el_situacionista al leer su entrada sobre su paso por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM. Cabría añadir, además, que la memoria imagina su recuerdo en la forma que estima más oportuna, dibujando una realidad que, sin sonrojo, manipula a su antojo. Es el caso de esta entrada, un texto medio escrito desde hace tiempo que solo concluyo con el ánimo politológico que discutir cuando se está de acuerdo en lo que se dice.

Desde la irrupción de Podemos en las elecciones al Parlamento Europeo son muchas las personas que, conocedoras de mi paso por la Facultad de Ciencias Políticas de la UCM, se acercan, para preguntarme por Pablo Iglesias… ¿le conoces? ¿Cómo es? ¿Es tan maravilloso como en la tele? ¿Es verdad que las noches de luna llena aúlla y se convierte en hombre lobo? #yasítodo Algo que le sucede a otros muchos según me cuentan amig@s y colegas que también han pasado por la insigne institución del pasillo congelador y el grafiti reivindicativo (unos adelantados al streetart e instagram). Una ocasión de oro para todo gorrón, no de los que viven por la cara mientras otros pagan sino de los más nocivos, de aquellos que nunca tuvieron media idea y se les aparece la oportunidad de vivir a la sombra del éxito político de un tercero. ¿Le conociste? ¿Cómo era? El truco está en responder siempre con palabras lo suficientemente ambiguas para parecer el padre instigador de la causa, el gran estratega del éxito electoral en una reedición, una más, de aquella manida cita que reza la victoria tiene mil padres… veremos a quién tiene la derrota, si llega.

La concentración de información en distintos medios de comunicación sobre cómo es el espacio que ha visto nacer a Podemos (como si Pablo Iglesias hubiese sido parido en la letrina que hay junto a la cafetería, a lo Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico), provoca una segunda tanda de preguntas, ¿es cierto que en la facultad de políticas hay aquelarres marxistas al anochecer? ¿El espíritu de Carrillo corre libremente por los pasillos esquivando los pingüinos que se ven en las fotos? ¿Monedero dicta el libro rojo de Petete? Toda una suerte de preguntas, al igual que en el caso anterior, que tienen la intención de terminar de colorear, sin salirse de la línea, la caricatura, para bien o para mal, que han hecho los medios y los espectadores han dibujado en sus cabezas… con lo cerca que queda Somosaguas, la nueva capital política del reino (futura república), cuya distancia la cubre el coste de un billete de autobús de la EMT.

La facultad de políticas ha pasado por varias fases… desde la vieja facultad en el centro de Madrid que solo conocen los eméritos más eméritos, su paso por Universitaria junto a Moncloa, con los pupitres voladores en honor de la visita de Ronald Reagan, y su última ubicación en Somosaguas, en el término municipal de Pozuelo (el municipio con mayor renta per cápita de España) junto a urbanizaciones de lujo con vecinos tan ilustres como Emilio Botín, Felipe González o los Ruiz Mateos. Cambio de ubicación que, sin embargo, no impide una constante: hay quien acostumbra a decir por sistema que la facultad está virada sobre su lado izquierdo, cuando sería mucho más preciso decir que se encuentra tan plácidamente tumbada sobre su costado izquierdo que lleva años gangrenándosele.

Leo y escucho que el sectarismo ideológico, el de izquierdas, es la única norma que se cumple en Políticas: no cabe otra que jurar lealtad a los principios de la revolución bolivariana si uno quiere aprobar. Algo que no deja de sorprenderme, no por no reconocer en el diagnóstico al paciente, sino por no identificarme como una víctima de la Napola. En la facultad había sectarismo, sin duda, pero no era la única opción. Siempre he sostenido una obviedad, está tan de moda entre los politólogos decir obviedades que no puedo resistirme, el espacio público (político) es limitado, un recurso de suma cero. Ese ha sido siempre el problema de la facultad, la renuncia de muchos a ocupar un espacio que no fuese el del sectarismo imperante.

Fruto del azar demográfico tuve la suerte de coincidir en mi promoción con personas de gran talento y ambiciosa creatividad. Compartir los pasillos y las aulas con ellos nos llevó, tras mirar a nuestro alrededor, a fundar una asociación cultural que, con la excusa de no tener ni buscar ningún tipo de vínculo partidista, se dedicó a la política universitaria, entendida, en todo momento, como la intención de formar una conciencia más crítica en aquellos con los que compartíamos espacio. Poco a poco, después de un primer fracaso, empezaron a llegar los “aforo completo” (de algunos de estos actos ya ha dado cuenta @el_situacionista). Fuimos ocupando un espacio en el que nos movíamos con amplio margen de libertad, en el que cabía el debate y del que nada ni nadie escapaba. Si nos señalaron nunca sentimos el aliento en nuestra nuca y si señalamos algo fue porque antes nos habíamos señalado a nosotros mismos.

En las napolas no se permitía la iniciativa propia, algo que no dejo de ser una constante de nuestra asociación. En algunos casos, esta búsqueda de una universidad más crítica chocó con otros, no solo con ese politburó que dicen da carnés de buenos demócratas, también con integrantes de la asociación cuya interpretación de la hoja de ruta podía diferir. Sí, llegaban continuas réplicas de rumores que describían distintos abusos de autoridad de quienes, por situarse en lo alto de la tarima, juzgaban con arbitrariedad el futuro de sus estudiantes. Sí, algunos casos eran más evidentes que otros. Sí, la camaradería con el patrón del turno, ya fuera un Moral Santín ante el que todo el mundo sin excepción se cuadraba o el colega del Aula Social, concedía a muchos un estatus especial. No, nunca sentí el rigor de la persecución ideológica que describen algunos medios. Nunca fue necesario un exilio interior y, aunque en la facultad nunca vestimos con túnicas como en la Escuela de Atenas, cualquier excusa era válida para iniciar un nuevo debate con todo aquel que quisiera sumarse, ya fuese en la cafetería, un pasillo o en la cola de secretaría para anular la convocatoria de Gómez de Arteche. 

La realidad supera la ficción en muchas ocasiones, pero rara vez las caricaturas dejan de ser una la realidad deformada difícilmente reconocible más allá de los trazos del dibujante. Si repasamos el recorrido de nuestros licenciados y graduados podemos encontrarlos en todo tipo de partidos, ministros y ministras de gobiernos socialistas y populares, todo tipo de cargos políticos en CCAA y Ayuntamientos, diferentes responsabilidades en administraciones públicas de todo nivel, consultoras, empresas de marketing, recursos humanos, bancos... y hasta una infanta de España que, como la ministra politóloga, no sabía lo que hacia su marido. Claro que esto del desconocimiento de las actividades del cónyuge sí que parece un patrón de conducta de los que han pasado por la facultad…

La nostalgia endulza la memoria y mejora los recuerdos de una época divertida, intensa en ocasiones, de aprendizaje y madurez, de cambios… de todo lo que la universidad debería ser y que, en muchas ocasiones, no es. Mea culpa.

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