Chile, la alegría ya viene



La Constitución chilena de 1980, fruto de la Junta Militar, establecía un mandato de ocho años para el Presidente de la República. Tras este período el pueblo chileno debía ser convocado a las urnas para decidir si quería conceder a Pinochet un nuevo período de ocho años o, por el contrario, prorrogar un año más su gobierno y convocar, pasado ese tiempo, elecciones a la Presidencia*. Esta es la historia de la canción del No

Tras casi 15 años de dictadura de la Junta Militar la única opción para la oposición democrática era clara, solo podía ganar el ‘No’. Liderados por el democratacristiano Genaro Arriagada, la plataforma «Concertación de Partidos por el No» (formada por partidos de izquierda, centroizquierda y centro que gobernaría Chile desde 1990 hasta el 2010), puso en funcionamiento una de las campañas políticas más creativas que se recuerdan y que fue capaz de activar a la población e invitarla a dar el paso hacia la transición democrática chilena. 

Magníficamente narrada en la película «No» de Pablo Larraín, la campaña del No intentó transmitir en todo momento la sensación de un nuevo tiempo, de un cambio, de algo bueno que estaba por llegar si se lograba desalojar del gobierno a Pinochet. Frente a los años más duros de la dictadura de la Junta Militar, en los que los desaparecidos se contaban por miles y las represalias se mantenían, se convocó una serie de acciones con dos claros objetivos: diferenciar el Chile de la dictadura de un nuevo tiempo al que se accedía con el No y, con esta promesa, movilizar a una población que, a fuerza de golpe de represión, estaba escondida en casa (y que además creía que todo formaba parte de una pantomima controlada por la dictadura para legitimarse). Así, por ejemplo, se puso en funcionamiento las «Marchas de la alegría» que recorrieron todo el país movilizando a la población, canvassing conjuntos con miembros de diferentes partidos… pero, sin duda, fue la franja televisiva el elemento que más impactó y más se recuerda. 

Logotipo del No. El arcoíris simboliza la unión de distintos partidos
A pesar de que la dictadura controlaba todos los medios, cumpliendo con la aparente normalidad democrática que trataba de darse a este proceso (observado por la sociedad internacional), se cedió un espacio televisivo a la plataforma del No, creyendo que no tendrían medios para lanzar una campaña publicitaria con la suficiente calidad (hay que tener en cuenta que esta era la primera vez que se empleaban este tipo de soportes publicitarios políticos en Chile). Así, dentro de las normas de la campaña electoral, quedó regulada la cesión de 30 minutos diarios en televisión (15 minutos para cada opción) durante los 30 días de duración de la campaña. La franja televisiva, dado el impacto que tenía la televisión como medio de comunicación (política), se convirtió en uno de los ejes de la campaña. Conscientes de su importancia, la plataforma del No encargó a los estudios de Filmocentro, con un equipo de creativos publicitarios, sociólogos, cineastas…, la coordinación de la campaña. Un equipo que estaba formado por, entre otros, Eugenio Tironi, Jaime de Aguirre, José Manuel Salcedo, Eugenio García o Juan Enrique Forch. 

Empleando diversas técnicas de investigación de mercado sondearon a la sociedad chilena obteniendo una radiografía que mostraba algo evidente: la mayoría de la población quería el cambio pero vivía resignada en el miedo, especialmente aquellos a los que asustaba el recuerdo socialista. La movilización era la clave para la victoria del No, pero también lo era alejarse del pasado. Es por ello por lo que la estrategia el No se concentró en el lanzamiento de mensajes positivos, de un futuro mejor, de reconciliación… una serie de ideas que necesitaban un vehículo conductor, una canción que sirviera de himno. Jaime de Aguirre se puso manos a la obra y compuso la canción: «Chile, la alegría ya viene». Una canción optimista cuya letra quedó a cargo de Sergio Bravo y que se insertó perfectamente en el spot principal que mostraba un Chile sin prejuicios fruto de una amplia alianza.

 

Frente a las primeras ideas del No, que deseaban una campaña más negativa (centrada en la represión y los desaparecidos), el equipo de publicistas logró dar una orientación más alegre, empleando modernas estrategias dentro de las tesis de Bernbach, emocionar para convencer. El éxito de la estrategia fue total. El spot, y sobre todo la canción, se convirtieron en todo un fenómeno, no solo por las decenas de miles de copias que se vendieron en sus diferentes versiones, también por la réplica que la campaña del Sí realizó bajo el lema: «Aunque el marxista se vista de seda, marxista queda» y que trataba de neutralizar el avance del No recurriendo al pasado, al miedo. Pese a ello, el referéndum arrojó un claro ‘No’ con el 55,99%.

El triunfo del No en 1988 dio paso a una reforma constitucional en la que participaron todos los partidos reconocidos (el Partido Comunista continuaba siendo ilegal) y con la que se consiguió flexibilizar eso que los militares había denominado como democracia protegida. En 1989 se votaría en referéndum estas reformas, esta vez la oposición democrática haría campaña por el ‘Sí’, opción que obtuvo el 91,25% de los votos. La transición había comenzado. 

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* En virtud de lo establecido en la Constitución chilena de 1980 el pueblo debía decidir sobre la persona que ocuparía la Presidencia los siguientes ocho años. Un referéndum con una pregunta para la que las dos respuestas implicaban escenarios diametralmente opuestos. El ‘sí’ significaba que, con posterioridad al marzo de 1989 (momento en el que acababa el mandato de Pinochet) se concedería un segundo período de gobierno al general. Con el ‘no’ se rechazaba un nuevo mandato, lo que daba paso a una prórroga de un año a Pinochet tras la cual debía convocar elecciones a la Presidencia de la República.


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