El efecto Bradley



Tiempo de elecciones, tiempo de encuestas y sondeos. En la previa de las europeas casi todos ellos coincidentes en tres puntos: crisis del ticket bipartidista, la abstención como primera opción y ascenso de los partidos pequeños o llegada de algunos nuevos. Ya comentamos tiempo atrás que más allá de los problemas metodológicos que puedan existir, en las encuestas, más en el caso español, se plantea un problema importante: que el entrevistado mienta. Este es el caso del conocido como efecto Bradley.

Tom Bradley, alcalde de Los Ángeles, presentó su candidatura por el Partido Demócrata a Gobernador del Estado de California en 1982. Bradley, afroamericano, había conseguido ser un alcalde medianamente respetado y con una buena proyección dentro de su Estado, motivo por el que consiguió la nominación de su partido. Frente a él, George Deukmejian, candidato republicano, blanco, también con una gran simpatía entre el electorado. A medida que la campaña transcurría el candidato demócrata avanzaba y consolidaba, vía encuesta, una cómoda ventaja sobre su rival republicano. Todas las muestras demoscópicas adelantaban una victoria de Bradley que, sin embargo, finalmente perdió en las urnas por un estrecho margen (en parte por el voto por correo). La ventaja que anticipaban las encuestas se esfumó en el momento de la votación, los electores prefirieron a Deukmejian.

Los análisis postelectorales se centraron en dos elementos fundamentales: el comportamiento de los blancos y los indecisos. Estos análisis revelaron que muchos votantes blancos, de clase media, que habían prometido su voto para el demócrata, no habían cumplido con su compromiso. Igualmente, se analizó el grupo de votantes indeciso, el volumen de éstos había sido especialmente elevado para unas elecciones de este tipo, e igualmente descubrieron que mayoritariamente habían apoyado a Deukmejian. El candidato afroamericano recibió una mayor simpatía y muestra de apoyo en las encuestas que la que pudo confirmar el día de la votación. Esta distorsión se debió, principalmente, al exagerado apoyo que muchos electores manifestaron a los encuestadores, probablemente por conveniencia social o racial, cuando en realidad no simpatizaban con el candidato demócrata. No ser tildados de racistas, querer mostrar apoyo por una minoría o simpatizar con un partido pequeño, incrementando las estimaciones de voto de un candidato que no termina consolidando su ventaja en las urnas, es lo que se conoce como efecto Bradley

Votantes blancos que dicen simpatizar por candidatos negros y que terminan votando por blancos. Un comportamiento que distorsiona las previsiones electorales y que se ha repetido en diversas ocasiones en los EEUU, como en las elecciones a Gobernador del Estado de Virginia, en la que Lawrence Douglas Wilder iba en cabeza con nueve puntos por delante del republicano Marshall Coleman, que finalmente venció (Wilder se convertiría en el primer gobernador afroamericano de Virginia en 1990). O como en el ajustadísimo triunfo del afroamericano David Dinkins sobre Rudolph Guiliani en Nueva York. Pero este efecto no solo se refiere a candidatos negros, se amplió a mujeres o miembros de otras minorías, como los hispanos.

Durante la campaña presidencial de 2008 algunos analistas temieron que la ventaja que todas las encuestas daban a Obama como ganador frente a McCain fuesen víctimas del efecto Bradley. Sin embargo, muchos otros expertos pronto desecharon esta idea (ya en desuso): el contexto electoral estadounidense había cambiado para siempre y las pautas raciales, si bien podían explicar parte del comportamiento electoral, no serían capaces de trastocar las previsiones realizadas a través de encuestas solventes.
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