Suárez, el hombre que no dio un solo mitin



Adolfo Suárez era un político en sentido estricto. Dentro de la tradición española de los políticos (con gran carga peyorativa), Suárez encajaba a la perfección en el modelo combinando una adecuada dosis de ambición, capacidad para la negociación, escasa formación compensada por una trayectoria político-profesional más o menos destacada, falta de meta prevista pero con la suficiente previsión para que el barco no zozobrase, gran oratoria, seducción y, sobre todo, carisma. Esta última, una de las notas más características de un abulense que ganó las elecciones de 1977 sin dar un solo mitin.

El primer Presidente del gobierno de esta etapa democrática, más que a una ideología, a un partido o movimiento, se pertenecía a él y a su generación. Una generación que protagonizó la Transición y en la que desempeñó un papel determinante en la construcción de un sistema institucional que llega hasta nuestros días, casi impertérrito y parece que difícilmente mutable, y en la formulación de su sistema electoral (obra de Landelino Lavilla y Miguel Herrero Rodríguez de Miñón). Un sistema que, pensaba, le serviría para estar en el poder largo tiempo, un tiempo en el que desarrollar el nuevo modelo de Estado que abría una etapa con tanto desconcierto como esperanza.

A finales de mayo de 1977, tras la difícil aprobación de la Ley para la Reforma Política (LRP) de 1976 y el no menos complicado Decreto-ley de 23 de marzo de 1977 en el que quedaba fijado el marco regulador de las primeras elecciones democráticas (permaneció sin cambios en las elecciones de 1979 y 1982), comenzaba una campaña electoral que daría como resultado una Cámara Constituyente. A tal efecto, en abril de 1977, en Consejo de Ministros, Suárez tomó dos importantes decisiones: convocó las primeras elecciones democráticas desde febrero de 1936 y dictó un Decreto por que se declaraba la incompatibilidad de los altos cargos de la Administración Pública para ser candidatos electorales. Esto provocó la dimisión de Calvo Sotelo como ministro de Obras Públicas, quien se puso a trabajar inmediatamente para organizar la formación de lo que más tarde sería la UCD. Un partido a modo de plataforma presidencial sin candidato hasta última hora, pues Suárez no desveló sus evidentes intenciones hasta mayo, pocos días antes de acabar el plazo de registro, momento en el que anunció que se presentaba como candidato de UCD a la Presidencia del Gobierno. Tras diversos movimientos políticos en el incipiente sistema de partidos, con José María de Areilza fuera del Partido Popular y con el favor de Cabanillas (no confundir con la refundada Alianza Popular), la incorporación de la socialdemocracia de Fernández Ordóñez o los liberales de Garrigues, UCD pudo completar una lista heterogénea en la que se mezclaban hombres del franquismo (los conocidos como los azules) con otros de perfil más renovador.

La campaña arrancaba con más de 580 listas electorales, 22 partidos con presencia en todas las circunscripciones (UCD no contó con candidatura en Guipúzcoa), lo que dio origen a lo que popularmente se conoce como la sopa de letras y en la que la preocupación por una campaña electoral ejemplar y moderna fue una constante para todos los partidos. Todos ellos deseaban contar a los españoles sus programas, darse a conocer, pedirles su apoyo… vencer las lógicas resistencias de la total ausencia de práctica que en estas materias tenía una sociedad que aún andaba quitándose la mantilla de luto por los funerales de Franco. Quizás por esta preocupación y la falta de práctica, la campaña fue más extensa que el estándar actual, se desarrolló oficialmente durante 21 frenéticos días en los que los escasos recursos fueron suplidos por una, a veces, desbordante creatividad.

Los principales partidos apostaron por estrategias muy diferentes en estos primeros comicios, desde aquellos que emplearon una gran carga ideológica o programática, como podía ser el caso del recién legalizado PCE, los que reclamaban la propiedad del franquismo sociológico como AP, o aquellos con un perfil mucho más moderno, de corte moderado y con la proyección de un líder carismático capaz de hacer sombra al mismo Suárez como el caso de un PSOE tutelado por el SPD alemán y con el apoyo estratégico que facilitaba la ITE-PSOE (Instituto de Técnicas Electorales, Proyectos Sociales y Organización Empresarial ideado por Alfonso Guerra).

3000 actos en una campaña y ninguno protagonizado por Adolfo Suárez (salvo una visita a su pueblo). La campaña de UCD se basó principalmente en dos líneas estratégicas, pequeños mítines en los que se procuraba la proximidad con los electores, se creía que de este modo sería mucho más sencillo explicar su programa y convencer a los ciudadanos, y la figura presidencial de Adolfo Suárez. El Presidente del Gobierno no necesitaba venderse como presidente puesto que ya lo era, podía abusar de la potencia institucional de una imagen de “busto parlante” que entraba en los hogares de los españoles a través de TVE cuando tenía que hacer algún anuncio gubernamental. El hombre que pilotaba la transición y que había procurado estas elecciones confió su suerte electoral, al menos en parte, al voto deferente, aquel que entraña un comportamiento electoral acrítico y complaciente, cuando no indulgente, con el poder establecido, sea cual sea su signo político, y que, por tanto, iba a apoyar al presidente por encima de cualquier otro candidato.

Para vencer ciertas resistencias que encontraba, sobre todo aquellas que veladamente cuestionaban su estilo de vida en una España ciertamente moralista, y dado su poco interés por participar en la campaña electoral, Suárez contó un importante aliado, la revista Hola. Así, el 4 de junio de 1977, a todo color, en un reportaje de ocho páginas, los españoles pudieron ver gracias a esta revista del corazón cómo vivía la pareja presidencial en La Moncloa, descubrir la normalidad del matrimonio, su relación con sus hijos… una publicidad de alto valor en medio de la campaña electoral, no solo por la carga emotiva que hubiese hecho sonrojarse al mismísimo William Bernbach, sino por la escenografía presidencial que rodeaba todo el reportaje.

Además, Suárez contaba con una serie de virtudes políticas innatas, como el carisma, pero también con una gran credibilidad, todo aquello que se había propuesto lo había conseguido. Motivo por el que la campaña de UCD, pese a la escasa (y nada despreciable) participación que Suárez había tenido al margen de su estatus institucional, se reservaba un último gran momento. A dos días de la votación, es decir, el día antes de la jornada de reflexión, TVE cedió una serie de espacios para la propaganda política que los partidos políticos aprovecharon para pedir el voto antes de poner fin a la campaña. Abriendo este espacio, el orden se decidió por sorteo, UCD con un spot en el que tras el jingle “Vota centro, vota Suárez, vota libertad. La vía segura a la democracia”, se daba paso a un Suárez como el que había sido visto en muchas otras alocuciones institucionales repasando algunos de los logros alcanzados y pidiendo el voto para continuar trabajando por aquellos que aún estaban pendientes en la fórmula diseñada por Fernando Ónega y que ha pasado a la historia de nuestra historia electoral: "Puedo prometer y prometo".

El triunfo de UCD por mayoría simple en las elecciones de 1977 fue suficiente para que Suárez continuase con el plan previsto en unas Cámaras Constituyentes que darían como resultado la constitución más longeva de nuestra historia, pero eso ya es otra historia.

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