Rosie the Riveter can do it!



Fácil de identificar el We can do it!, erróneamente como Rosie the Riveter (Rosie la remachadora), obra de J. Howard Miller e icono del feminismo que fue tomado de uno de los muchos carteles motivacionales empleados durante la Segunda Guerra Mundial, conflicto armado en el que la propaganda se usó, entre otras muchas cosas, para favorecer la incorporación de la mujer a un mundo laboral en el que debía cubrirse los puestos de trabajo que los hombres habían dejado al alistarse. No obstante, este póster no forma parte de la amplia colección de cartelería institucional desarrollada en aquellos por el Comité Creel sino que pertenece a la Westinghouse Electric, compañía de Pittsburgh (Pensilvania) que en 1942 encargó a Miller un póster con el que motivar a sus trabajadoras.

Tras la entrada de Estados Unidos en la guerra la demanda de mano de obra de su industria se disparó. No solo por la pérdida de trabajadores que acudían al frente a luchar, sino por la intensidad que la producción bélica demandaba. Por ello las autoridades procuraron la incorporación de mujeres al trabajo. No es que las mujeres no trabajaran ya, sino que las que lo hacían eran mayoritariamente de clase baja o pertenecientes a las minorías, por lo que la llegada al mercado laboral de mujeres blancas de clase media suponía toda una novedad.

Con el propósito de favorecer la incorporación de la mujer a la fuerza productiva, y al igual que había sucedido con las campañas de reclutamiento o de ordenación de la retaguardia, el gobierno dispuso una campaña propagandística. Inspirados en la figura de "Ronnie, the Bren Gun Girl", la canadiense Veronica Foster que trabajaba en la línea de producción de la John Inglis Co. Ltd. y que ya se había convertido en todo un icono, el gobierno estadounidense creó el personaje de Rosie the Riveter, una mujer dispuesta a trabajar, eficiente, con fuerza… una auténtica obrera de la industria americana. En 1942 Redd Evans y John Jacob Loeb estrenaron una canción, todo un éxito, en la que se hablaba de Rosie, una mujer fuerte que ayudaba sin descanso a las obligaciones de su patria. Poco después, en mayo de 1943, el Saturday Evening Post publicó la primera imagen de la Remachadora, una ilustración de Norman Rockwell que alcanzó gran difusión. Muchas fueron las mujeres que identificaron como la auténtica Rosie, sin embargo parece que la que más se acercó a la icónica imagen fue Rose Will Monroe, trabajadora de Willow Run Aircraft Factory (Michigan), planta en la que se producían los bombarderos B-29 y B-24. Quizás por ello, por este ánimo de ver en todas partes de Rosie, a nadie pueda extrañarle su identificación con el cartel motivacional de la Westinghouse.

En 1942 el Westinghouse Company's War Production Coordinating Committee encargó a Howard Miller la edición de un nuevo póster motivacional para animar a las mujeres a cumplir con las obligaciones que el gobierno estadounidense demandaba. Poco después de recibir este encargo, Miller presentó el célebre “We can do it!”. Inspirado en una trabajadora de Michigan fotografiada por United Press, Geraldine Hoff, el póster se dirigía al consumo interno de la compañía para aumentar la moral y rendimiento de las trabajadoras. El cartel se expuso en las fábricas de la compañía durante el mes de febrero de 1943 (su distribución no superó las dos mil copias) en lugares de paso, salas de producción, entradas… Después de este breve período desapareció para reaparecer en la década de 1980, momento en el que fue acogido por los movimientos feministas como un símbolo de la independencia de la mujer e identificada erróneamente por muchas personas como Rosie. Sin embargo, la única Rosie que existió fue la imaginada por Rockwell, una mujer con aire masculino (rompiendo con los estereotipos de feminidad de la época), a la hora del almuerzo (su fiambrera la identificó para la posteridad), vestida como un obrero de la industria, con la máquina de remachar en su regazo y aplastando con sus Penny Loafer un ejemplar de Mein Kampf. Ellas también contribuían a la victoria.

La imagen de la mujer cambió durante la Segunda Guerra Mundial, pero solo de manera temporal. A pesar del éxito de estas campañas, empujadas por la demanda de mano de obra, que incrementó en más de seis millones el número de mujeres trabajadoras en los Estados Unidos, tras la finalización del conflicto la mayor parte de ellas volvieron a sus hogares. Principalmente porque la mayoría nunca se incorporó a la industria, casi todas ellas trabajaron en servicios, oficinas… trabajos que requerían una escasa cualificación y cuya remuneración era escasa (un salario menor que el de los hombres que desempeñaban esas mismas labores antes de la guerra). Sin embargo, cabe pensar que la incorporación al mundo laboral de muchas de estas mujeres, y todas aquellas que ya lo hacían y luchaban por sus derechos desde mucho tiempo antes del incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York (1911), hicieron que emprendieran una batalla que todavía continua. Sea acertada o errónea su identificación, Rosie the Riveter can do it!

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