El Espíritu de 1914



"Yo no veo partidos políticos, solo veo alemanes", así comenzaba una alocución del Káiser Guillermo II en la que reclamaba para su proyecto imperialista la colaboración de todos los ciudadanos alemanes más allá de sus diferencias ideológicas o partidistas. Tras la movilización del ejército en el Este, apuntando directamente a Rusia, y la declaración de guerra a Francia en 1914, llegó el momento de financiar la campaña militar. Los Estados siempre han tenido una manera curiosa de pagar este tipo de disputas o ansias de conquista de otros pueblos o países: se inician las hostilidades, se moviliza al ejército, se declara la guerra, se moviliza a la población para que vaya a al frente a luchar y además se le pide que, por medio de la compra de bonos de guerra o la concesión de créditos del Estado que terminan pagando a través de impuestos, financie esa campaña militar. Este es el caso de la Alemania de la Primera Guerra Mundial, que tras la declaración de guerra a los países mencionados convocó un pleno en el Reichstag para aprobar créditos de guerra y la emisión de bonos.

A pesar de la diversidad existente entre la población alemana, no solo en términos políticos sino también étnicos, todo el Parlamento actuó como un solo hombre y aprobó la concesión de los créditos y la emisión de los bonos. La idea de la fortaleza de la nación alemana que se había cultivado tiempo atrás a través de la propaganda institucional había triunfado, el fervor patriótico pudo con las críticas que algunos partidos de izquierdas hacían a un conflicto que calificaban como “guerra imperialista” y que, creían, lesionaban gravemente los intereses de los trabajadores (que además se verían obligados a combatir). Así, por ejemplo, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) renunció a su postura crítica y contribuyó con el oficialismos apoyando las medidas económicas y políticas que permitiría a Alemania iniciar la Gran Guerra.

El patriotismo parecía ser suficiente para celebrar con euforia la llegada de la guerra. Un júbilo belicista que se conoce como el "Espíritu de 1914", efecto generalizado entre la población que dejaba de lado cuestiones de índole político o ideológico y que se dejaba arrastrar por un sentimiento de patriotismo para cumplir con una elevada misión que su nación les había encomendado. Naturalmente la propaganda jugó un papel fundamental a la hora de dictar esas misiones y crear al ciudadano modélico al que todos debían parecerse. Aunque el caso más notorio, sobre todo por el apoyo de los partidos de izquierdas al proyecto imperialista, es el de Alemania, este Espíritu transitó por todos los países contendientes en la Gran Guerra. Algo que permitió la entrada en el conflicto de todos los Estados sin prácticamente oposición entre su ciudadanía. Por ejemplo, en el caso de Reino Unido, tras la ocupación de Bélgica, el Parlamento aprobó con gran fervor ciudadano acudir al frente de batalla. En Francia se vio una oportunidad de acabar, de una vez por todas, con el enemigo alemán que siempre andaba acechando sus fronteras. Y en Rusia incluso los trabajadores desconvocaban huelgas para acudir a defender su frontera oeste.

La euforia nacionalista que se vivía en todos estos países no fue permanente. Tras el éxito inicial que proporcionó un elevadísimo número de voluntarios que acudían a los centros de alistamiento (sobre todo gracias a la idea de guerra breve que había vendido la propaganda), la crudeza de la batalla y las primeras derrotas que fueron llegando en uno y otro bando disminuyó el Espíritu, momento en el que entró en juego la censura institucional. Todos aquellas informaciones que hablaban de la dureza del frente, de la imposibilidad de avanzar, la debilidad de las tropas… eran censuradas. Ninguna información podía mermar el apoyo patriótico que procuraba el cumplimiento de la obligación ciudadana que exigía la nación. En este mismo sentido la mayor parte de los países lanzaron una segunda línea de contención contra las organizaciones obreras que ya, a estas alturas, empezaron a cuestionar la participación de los trabajadores en el conflicto imperialista, motivo por el que se inicia una persecución contra sindicatos y partidos de izquierdas en una defensa del fervor patriótico.

Especial atención merece el caso de los Estados Unidos, que en su preparación institucional para su entrada tardía en la guerra, el Comité de Información Pública promovió una serie de medidas normativas que permitiesen atenazar suficientemente los flujos de información. Así, la Ley sobre la Sedición de mayo de 1917 ofreció un paraguas legal a la persecución de todos aquellos elementos que no colaboraban suficientemente con el fervor patriótico y popular, principalmente sindicatos y partidos de izquierdas a los que se controlaba con detenciones masivas y penas de cárcel hasta de 20 años por deslealtad. El Espíritu de 1914 no admitía objeciones en sus propósitos.

1 comentario(s)

Antonio | 22 de febrero de 2014, 12:34

Esto del "Espíritu de 1914" de la Primera Guerra Mundial se parece un montón al "Espíritu de la Diada" tan celebrado por los catalanes.