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El Espíritu de 1914



"Yo no veo partidos políticos, solo veo alemanes", así comenzaba una alocución del Káiser Guillermo II en la que reclamaba para su proyecto imperialista la colaboración de todos los ciudadanos alemanes más allá de sus diferencias ideológicas o partidistas. Tras la movilización del ejército en el Este, apuntando directamente a Rusia, y la declaración de guerra a Francia en 1914, llegó el momento de financiar la campaña militar. Los Estados siempre han tenido una manera curiosa de pagar este tipo de disputas o ansias de conquista de otros pueblos o países: se inician las hostilidades, se moviliza al ejército, se declara la guerra, se moviliza a la población para que vaya a al frente a luchar y además se le pide que, por medio de la compra de bonos de guerra o la concesión de créditos del Estado que terminan pagando a través de impuestos, financie esa campaña militar. Este es el caso de la Alemania de la Primera Guerra Mundial, que tras la declaración de guerra a los países mencionados convocó un pleno en el Reichstag para aprobar créditos de guerra y la emisión de bonos.
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Haussmann urbaniza la red de redes



En un estadio temprano las incipientes revoluciones liberales se adueñaron de las calles como vía de participación política, de agregación de intereses, germen de la acción colectiva con el que vivieron episodios más o menos gloriosos, según el caso. Un espacio público de naturaleza política conquistado por los ciudadanos que suponía un cauce o vía de participación y cuyo control terminó por convertirse en objetivo del poder establecido. Fruto de esta obsesión, ya de una burguesía que se volvía más conservadora con el paso del tiempo, surgiría la idea de reestructurar las ciudades para establecer un mayor control del espacio público y la participación política que en ellas se producía.