Pequeños partidos, ¿grandes oportunidades?
Encuestas y sondeos llevan tiempo indicando un cambio de tendencia en el comportamiento electoral. La caída, en mayor o menor medida, del apoyo a los dos grandes partidos abre un escenario en las elecciones al Parlamento Europeo que, de confirmarse, puede suponer el incremento de la presencia de fuerzas hasta ahora minoritarias en la Cámara europea y la llegada de nuevos partidos.
Las elecciones europeas son elecciones de segundo orden. Es decir, presentan un comportamiento particular que en el caso español solo se cumple en parte. Principalmente estas son las características de este modelo (en otro post hablaremos de ello con más detenimiento): menor participación que en unas elecciones Legislativas, electores más sofisticados o desinhibidos, castigo al partido en el gobierno o a los grandes partidos y aparición de flash parties o candidaturas estrafalarias.
Sin duda las elecciones al Parlamento Europeo han presentado en España, a medida que han ido celebrándose, un descenso en su participación. Algo más o menos habitual en muchos países de la UE y que en el caso español no se ha acompañado aparentemente de un incremento de los votantes desinhibidos. Una de las particularidades que han presentado, a medida que se ha consolidado el modelo, ha sido la fuerte tendencia de los electores a identificar estos comicios en clave nacional y responder a patrones de identificación partidista propios de unas elecciones Legislativas. Esto ha permitido que los dos grandes partidos hayan pasado de unos resultados discretos a una fuerte concentración bipartidista.
La poca importancia que se ha concedido a estas elecciones debería haber liberado a los electores en su comportamiento, permitiendo un voto ‘más sincero’. El resultado de estos comicios no da lugar un sistema de partidos en el arco parlamentario (en realidad sí pero no es percibido como tal por la lejanía de las instituciones europeas), no genera un Ejecutivo y no parece que salga ningún tipo de política concreta que pueda afectarles. Estas 'condiciones de seguridad’ deberían permitir a los electores ser más sinceros o sofisticados. Deberían permitir abandonar comportamientos de voto útil, votar por aquella candidatura con la que más se identifica, o un comportamiento más estratégico, castigando al partido en el Gobierno por una política desacertada o al principal partido de la oposición por una mala estrategia. Comportamiento sofisticado que ha permitido identificar este tipo de elecciones como un indicador de cambios de ciclo electoral pero que en el caso español no ha terminado de funcionar: las candidaturas de pequeños partidos o estrafalarios han ido desapareciendo (tales como la Agrupación de Electores Ruiz-Mateos) y la concentración de los dos grandes partidos ha ido en aumento (en las elecciones de 1987, PP y PSOE sumaban el 64,24% de los sufragios, en 2009 el 82,05%).
Sin embargo, como decimos, parece que nos encontramos ante un escenario de cambio en el que los electores podrían castigar a los dos grandes partidos, no acudiendo a las urnas o votando por otras opciones. Oportunidad para partidos minoritarios como IU y UPyD, que han visto elevadas sus expectativas, o partidos de nuevo cuño que pueden encontrar la oportunidad de obtener un escaño en la Cámara europea y, de este modo, arrancar su carrera política de modo exitoso para posteriormente continuar en Autonómicas o Legislativas.
¿Cuántos votos hacen falta para conseguir un escaño en el Parlamento Europeo?
Responder a esta pregunta necesariamente obliga a consultar una bola de cristal para predecir la participación que tendrán los próximos comicios y, posteriormente, hacer una estimación. La combinación del habitual bajo interés de estas elecciones, el continuado descenso en la participación, la existencia de una circunscripción única y el número de escaños a repartir con una fórmula proporcional como D’Hondt, han generado un escenario en el que con unos 270.000 votos se ha obtenido representación. Si observamos en el siguiente cuadro el umbral de representación (los votos que obtiene el último escaño ganador) y el ‘primer candidato excluido’ (el siguiente más votado tras el umbral de representación, es decir, el primer perdedor) podremos ver el escaso margen en el que nos movemos y el número de votos que debe obtener un partido para poder conseguir un asiento en la Cámara europea.
Los datos podrían hacer ver que los partidos de nuevo cuño tienen una buena oportunidad en las próximas elecciones, que están ante su gran ocasión. Sin embargo, por muy bajo que sea el umbral electoral, no es tan sencillo obtener 250.000 ó 270.000 votos. Una cantidad más elevada de lo que puede parecer pero que sin duda ofrece la mejor oportunidad posible a estas formaciones. Quizás por ello el verdadero riesgo para los grandes partidos no es tanto que las nuevas candidaturas por llegar les roben escaños, sino que les roben el suficiente número de votos que les impida acceder a algún escaño en el reparto (especialmente con el ajuste de los últimos).
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