Divide et impera, primarias tuteladas



El PSOE ha presentado el calendario para unas primarias de las que saldrán (casi tod@s) l@s candidat@s para las Autonómicas (y Alcaldías de Municipios de más de 20.000 habitantes) y el o la candidat@ para las Generales de 2015. Un proceso abierto de elección en el que podrá participar cualquier ciudadano que pague una cantidad simbólica (2 euros) y firme la adhesión a los principios socialdemócratas. Toda una revolución que aspira a transformar para siempre la vida partidista española, exactamente igual que las primeras primarias del PSOE que en 1998 convocó Joaquín Almunia y que iban a convertirse “en un movimiento imparable, porque los ciudadanos quieren que los partidos estén más cerca de ellos”. 16 años después el PSOE ha retomado ese movimiento imparable.

Las necesidades que tenía Almunia y las que tiene Rubalcaba son bien distintas. Uno necesitaba, para poder ser candidato a la Presidencia del Gobierno, legitimarse como Secretario General tras haber sido designado por la vieja guardia felipista, y otro se encuentra en mitad de una tormenta perfecta con un partido hundido electoralmente, con rumbo incierto y al que sus electores (y militantes) miran con lejanía y que tiene en las primarias la cita a la que ha sido obligado para encontrar la nueva clave de bóveda de un proyecto que, seguramente, no sea ya el suyo. Aunque quién sabe.

Sin duda las primarias son una buena noticia. Que los militantes de un partido (y los ciudadanos que así lo deseen) puedan decidir quién será su candidato, quién les representará, es un cambio positivo en la dinámica partidista. Un procedimiento electivo que en muchos países y partidos forma parte de la costumbre y que en el caso español cuenta con un limitado número de seguidores aunque, parece, crece satisfactoriamente. Principalmente porque a fuerza ahorcar, que diría el refranero español. La lejanía de los ciudadanos, la crisis institucional, las críticas a las organizaciones partidistas… necesitan una respuesta y ésta ha sido una de las que el PSOE ha sido capaz de encontrar. Claro que una vez superado el trauma de elegir a la cabeza del cartel de Madrid sería conveniente hacer algo para elegir a las otras 35 personas que le acompañarán en su viaje al Congreso de los Diputados, decisión que vuelve a tomar un órgano del partido y no los militantes ni los ciudadanos.

Fijar las primarias autonómicas en septiembre y las nacionales en noviembre es una trampa poco sutil. Si bien es cierto que el calendario no admite mucho margen, un líder autonómico que se presente en septiembre en su Comunidad Autónoma para ser candidato difícilmente se presentará en noviembre para serlo de las Generales. Este puede ser el caso del manchego Emiliano García-Page o el madrileño Tomás Gómez (que ya han mostrado su desaprobación). Ambos con un escenario electoral más o menos favorable en sus regiones pero con aspiraciones nacionales. ¿Cómo podría presentarse cualquiera de ellos en sus CCAA y después optar a ser el candidato a la Presidencia del Gobierno? Una apuesta muy arriesgada que podría ser mal vista por los electores de su región, sintiéndose como un segundo plato, un premio de consolación para esos candidatos que desean luchar por el asiento de La Moncloa pero que no lo consigan finalmente. Es decir, casi un suicidio político y electoral. Y como no se puede nadar y guardar la ropa a la vez, de este modo, igual se amortiguan algunas de estas candidaturas… Qué suerte tienen aquellas Comunidades con fecha diferenciada en sus elecciones, como por ejemplo Andalucía.

Si las fechas propuestas suponen un elemento condicionante, el método electivo que fija el reglamento, sistema de mayoría simple, puede plantear un problema de grandes dimensiones para el PSOE. El día de autos todas las candidaturas se presentarán y aquella que obtenga un voto más que las demás ganará. El sencillo juego de la mayoría en acción. Sin embargo, este sistema de mayoría simple sin necesidad de quórum o mínimos para poder ser elegido, puede producir una disfunción de difícil resolución. Desde la dirección del partido se insiste en que es bueno el debate y que aquellos que lo deseen se presenten, sobre todo después de que algunos candidatos con peso puedan verse limitados como hemos visto anteriormente. "Hay que dar un carácter abierto", esa es la máxima. Motivo por el que el requisito de acceso para poder presentar una candidatura se han relajado lo suficiente (5% de avales, unas 11.000 firmas) como para que una federación como Andalucía, Cataluña o Madrid puedan reunirlos para su candidat@ sin demasiados problemas. En el caso de que finalmente haya tres, cuatro o cinco candidaturas, puede producirse una victoria con poco más del 25% ó 35% de los sufragios. Es decir, una candidatura puede ganar las primarias con el 30% de los apoyos, toda una minoría que evita presentar un candidato fuerte con el suficiente respaldo popular (que no del partido) a las próximas elecciones (y por supuesto sin fuerza para cuestionar al Secretario General). Mucho más sencillo sería un sistema de mayoría absoluta (idea que la dirección del PSOE ha rechazado) que descartase todas las candidaturas salvo dos en primera vuelta (siempre que no hubiese una que obtuviese la mayoría absoluta) dejando, para una segunda vuelta, a dos candidatos. Y es que no hace falta recurrir a sistemas de voto tan complejos como el transferible para lanzar un candidato de la mayoría, pero sí un sistema de mayoría simple para convertir a un ganador en un perdedor.

Ante la diversidad de candidaturas que pueden presentarse, en un espacio ideológico apretado y determinado por el Comité Federal (que para eso rige la vida del partido), la apuesta por el debate de ideas puede verse mermado por una lucha de rostros. La dictadura del voto popular puede buscar candidaturas que presenten una mejor opción electoral en las futuras Generales frente a aquellas que puedan reunir un carácter más aristocrático. Riesgo necesario. Aunque bueno, siempre queda recordar que las primarias que se han anunciado son para elegir candidat@ a la Presidencia del Gobierno, no para la Secretaría General del PSOE, que sigue, gracias a Susana Díaz, dependiendo del voto delegado.

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