El mecano de una campaña electoral (ii)



El segundo paquete de elementos que forman parte del mecano de una campaña es el material deliberativo. Es decir, todos aquellos materiales que tienen que ver con la “parte dura” o programática de la campaña (ideológica si es que la americanización de las campaña electorales ha dejado algún propósito político más allá de las típicas fórmulas universales que podría pronunciar cualquier candidata a Miss America: “por la paz mundial!”). Principalmente tres son los elementos: el programa, los discursos y los debates electorales.

El programa electoral no suele situarse entre los materiales deliberativos, aunque parece claro que no puede mantenerse fuera de esta categoría. El programa ha sido, tradicionalmente, un elemento de fuerte carácter ideológico. Es el plan de viaje de un partido o candidatura. Su visión del mundo. Los problemas que detectan y las soluciones que propone. El rumbo que tomarán las instituciones si la candidatura consigue la victoria. Un elemento que con la emergencia de la campaña moderna, protagonizada por los partidos catch all, se ha vaciado progresivamente de contenido ideológico (que no quiere decir que haya desaparecido). Un contenido laxo y de carácter más o menos general que trata de exponer una serie de líneas generales sin necesidad de ser excesivamente específicos. De este modo se trata de llegar al máximo número de ciudadanos sin despertar rechazo. El público objetivo se ha multiplicado. Ya no se dirigen a sus militantes o votantes sino que lo hacen a todos los ciudadanos en un intento de captar el mayor número de apoyos posibles. Principalmente a aquellos que se encuentran, o están próximos, al centro ideológico. Auténtico objeto de deseo de este tipo de partidos.

El programa será la base que articulará todos los materiales deliberativos de la campaña. Un elemento que aglutina lo hecho a lo largo del período interelectoral y que recoge las propuestas para el siguiente período. Este documento, al igual que la campaña en su totalidad, debe quedar resumido en un eslogan. Una idea fuerza que sea capaz de sintetizar, no ya las propuestas, sino el sentido integral de toda la campaña. Tales como el "Motivos para creer" de la campaña del PSOE de 2004, o el "Súmate al cambio" del PP en el año 2011.

Discursos. Uno de los grandes ejes de la acción política. La exposición de una serie de razonamientos sobre hechos concretos, principios o propuestas para el futuro. Por sí mismos pueden no tener la suficiente potencia comunicativa. Por lo que necesitan un soporte que los contextualice y dé sentido a su contenido. Durante las campañas electorales, generalmente, se concentran en los mítines. Aunque no es el único espacio en el que pueden pronunciarse. Casi cualquier acto público del candidato es un buen momento para pronunciarlo. Con frecuencia, cuando se realizan fuera de los mítines adoptan la fórmula de una declaración (que sin ser exactamente un discurso puede suplirlo).

Los contenidos de los discursos son de diversa naturaleza. Tanto de carácter genérico como sectoriales. Dependiendo del marco en el que se van a pronunciar tendrán un mayor o menor grado de teatralización. Acertar con el tono y el ritmo es fundamental.

Igualmente, los discursos no se circunscriben únicamente a las campañas electorales. Existen otros espacios temporales en los que pueden pronunciarse. Dentro de esta categoría destacan, qué duda cabe, los líderes estadounidenses. Que actúan dentro de un formato político fuertemente personalizado, lo que favorece este tipo de declaraciones. Desde el modo en el que aceptan el cargo sus presidentes, el debate sobre el estado de la Unión o los grandes discursos que algunos de ellos se han permitido a lo largo de la historia.

Unas formas políticas que todavía no se han consolidado en la política española. Si nos circunscribimos estrictamente al ámbito de la campaña, probablemente los dos discursos más importantes sean el inaugural y el de cierre. Aunque últimamente se han visto algo afeados por la relativa importancia que se está dando a las campañas electorales en nuestro país.

Debates electorales. Enfrentamiento dialéctico entre dos o más candidatos en el que exponen sus programas e ideas, intercambiando sus consideraciones sobre asuntos concretos y sobre las posiciones de sus adversarios. Sin duda, el encuentro más buscado de unas elecciones y uno de los de mayor importancia al permitir confrontarse a los candidatos directamente. Frecuentemente, eso sí, enfrentamiento más dialéctico que de ideas. Y es que las estrictas normas, negociadas previamente por los partidos cuyos candidatos concurren, permiten pocas alegrías.

El impacto de los debates en el comportamiento electoral ofrece diferentes interpretaciones, exactamente las mismas que existen sobre el impacto que tienen las campañas electorales, aunque los datos parecen confirmar que cada vez tienen un menor efecto. Más próximos al refuerzo que a la creación de nuevos votantes. En cualquier caso, lo cierto es que más que ganar un debate, lo fundamental es no perderlo. Lo que sí puede tener efectos negativos sobre la intención de voto.

Aunque en muchos países estos debates son habituales, parte de la praxis política (especialmente en aquellos que tienen un régimen presidencialista), en España no se celebrarían hasta el año 1993. Momento en el que, ante unas expectativas electorales que indicaban una gran cercanía entre los dos principales partidos, acuerdan la celebración de dos debates entre Felipe González y José María Aznar. Debate inaugurales que acabaron con resultado dispar. El primero lo ganó el candidato popular y el segundo el socialista, que finalmente obtuvo la victoria electoral.

En las siguientes elecciones, en las que las encuestas indicaban un mayor margen para los populares, éstos no quisieron concurrir a debate alguno por el posible impacto negativo que podía tener para ellos en caso de perderlo. En este sentido, buena muestra del efecto previsto que calculaban los socialistas se confirmaron con las declaraciones de Felipe González, tras la derrota de su partido en 1996, “Nos ha faltado una semana de campaña y un debate”.

Tuvimos que esperar hasta el año 2008, ya con otros actores, para asistir al siguiente debate electoral. Zapatero y Rajoy se vieron en dos ocasiones en la que las encuestas fueron confirmadas por la victoria del líder socialista. En los siguientes comicios, y con las expectativas electorales de uno y otro candidato bastante claras, se celebró un único debate (ciertamente alejado del día de la votación). Rajoy, que repetía por los populares, y Rubalcaba se vieron en 2011 y, tal y como hemos dicho, se puede no ganar un debate, pero nunca hay que perderlo. Posición conservadora de ambos y victoria clara de los populares.

Al margen de estos debates de corte presidencialista, en los que solo participan los candidatos de los dos grandes partidos, el resto de fuerzas políticas han reclamado tradicionalmente su participación en este tipo de encuentros. Algo en lo que se ha mejorado celebrando debates con distintas fuerzas políticas con representación en las cámaras (aunque los principales candidatos de los dos grandes partidos no acuden a estos debates múltiples).

Próxima entrega: los soportes visuales

[Imágenes: The New Yorker]

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