Keep calm and speak catalan



Keep calm and carry on’ es el lema motivacional con el que el Ministerio de Información del Reino Unido trataba de subir la moral a sus compatriotas en los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial. Fue impreso y distribuido en el año 1939, cuando la amenaza de una invasión nazi era más un reclamo para justificar la intervención británica en el conflicto que un anticipo de los incesantes bombardeos que la Luftwaffe practicaría en los años posteriores. Un póster propagandístico de escaso éxito, no fue considerado por el ministerio para su distribución pública, y que se perdió en la memoria colectiva hasta que en el año 2000 fue redescubierto. De hecho, no existen más de dos ejemplares originales, más un puñado que ha aparecido recientemente en un anticuario, de un lema que en la actualidad se ha convertido en todo un icono. Un imagen que ha dado lugar a todo tipo de soportes: tazas, llaveros, fundas de móviles, bolsas… y hasta una reproducción colgada en la pared de mi despacho (aunque siempre he sido más del lema motivacional 'Freedom is in peril. Defend it with all your might').

El lema propagandístico ha vuelto a la actualidad de la mano de una versión que está siendo empleada como elemento de protesta, o resistencia, a las intenciones del ministro Wert de introducir una modificación en la Ley de Educación que rompa el monopolio competencial de las CCAA en lo que tiene que ver con el idioma en el que se imparte la docencia. Es decir, el conflicto entre el castellano y el catalán en lo que a la educación obligatoria se refiere.

Keep calm and speak catalan’ ha sido el lema empleado durante la interpelación de ERC al ministro de Educación en el Congreso de los Diputados. Una iniciativa que lleva unos días circulando por la red (parece que su autoría se atribuye a @ganyet) y que hace un uso cuestionable de la propaganda de guerra, especialmente en lo que tiene que ver con la identificación indirecta que se realiza del bando enemigo, pero a la vez tremendamente efectivo por el perfecto manejo de los símbolos y el mensaje. Naturalmente el ministro Wert, por mucho que se empeñen en TV3, no es el responsable del Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda (Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda dirigido por Joseph Goebbels en la Alemania nazi), pero eso es lo de menos. En tiempos de guerra, en el uso de las imágenes y estereotipos, todo está permitido mientras te favorezca. Y es que sí se emplea propaganda de guerra debe ser porque estamos en guerra. En caso contrario tendría poco sentido.

"El ogro alemán domina el mundo" (Comité Creel, IGM)
No sabemos cuáles son los bandos (al menos no al completo), ni tampoco qué supone el triunfo final. Lo que parece claro es que la continua torpeza del ministro ayuda a la propaganda. Lo que facilita el reciclaje y actualización de la principal técnica de propaganda de guerra, la ‘atrocity propaganda’. Es decir, la creación y difusión de terribles historias del enemigo. El relato de actos cruentos y terroríficos que se inició con las crónicas de la invasión de Bélgica por parte del ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial. Crónicas en las que se contaba como los soldados alemanes había devorado a niños belgas durante su conquista. Una operación miliar que en realidad fue bastante rápida y que contó con un número relativamente bajo de víctimas para lo que finalmente supondría la guerra en su conjunto. Pero no era tiempo de buscar la verdad sino de ganar una guerra. De sumar soldados a la causa.

¿Cómo creer estas terribles historias? ¿Hasta dónde llega la inocencia de los ciudadanos? ¿Puede una sociedad creer semejantes historias inventadas? Lo hará fácilmente si el aparato propagandístico del Estado está funcionando a pleno rendimiento.

Con la explosión de medios de comunicación y la pérdida del control por parte de los servicios gubernamentales, los aparatos propagandísticos han perdido una enorme capacidad de convencer y persuadir a sus ciudadanos. Sobre todo si se intenta realizar este ejercicio, como sucediera en los conflictos mundiales, en un espacio muy breve de tiempo a través del envío intensivo de mensajes de esta naturaleza. Sin embargo a las autoridades aún les queda una potente arma que se aplica, principalmente, a través de la educación: la socialización. Y es así como la propaganda encuentra una mejor recepción en los ciudadanos fuera de escenarios bélicos. No hace falta intervenir periódicos y medios públicos, que lo están, ni dinamitar cualquier canal de comunicación alternativo que pueda poner en tela de juicio los mensajes oficialistas. Es mucho más sencillo. Únicamente hay que mandar unos pocos mensajes. El auto-convencimiento de los ciudadanos de la realidad que viven, estimulada en uno y otro bando, será suficiente para activarse como parte de un conflicto de difícil resolución. 

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