El discurso del rey
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Jorge V |
24 de diciembre. Nochebuena y noche de discursos de Jefes de Estado. El origen de este tipo de mensajes cumple con las clásicas funciones propagandísticas de la comunicación institucional. La creación y extensión de una imagen paternalista de un monarca o presidente que cuida de sus ciudadanos como si de un padre se tratase. Felicitando, pidiendo coraje, anunciando malos tiempos, solicitando ejemplo, agradeciendo los esfuerzos realizados… todo ello siempre bajo la ejemplar imagen de quién pronuncia el speech. Mensajes que tienen un innegable sentido integrador de la comunidad a la que se habla. Más allá de si quien lo pronuncia es un monarca o un presidente electo, se dirigen a un conjunto de ciudadanos al que se trata como si fuese solo uno. Una conversación de dos personas gracias a la facilidad que ofrecen los medios técnicos. Medios que han permitido desde hace casi un siglo entrar en la sala de estar de los hogares sin pedir permiso, ofreciendo familiaridad a una figura tan lejana y, sin embargo, tan conocida.
Muchos apuntan a que el empleo de los nuevos medios de comunicación en la difusión de mensajes institucionales se inauguró con el Royal Christmas Message que Jorge V dirigió a sus súbditos a través de la BBC. Sin embargo este tipo de discursos tiene un origen anterior y que, necesariamente, hay que relacionar con el uso de la radio y su aplicación a estrategias propagandísticas. En este sentido, fue el trigésimo Presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge (1923-1929), el primer Jefe de Estado en darse cuenta de la potencia comunicativa de esta nueva tecnología. Así, en 1923, se retransmitió radiofónicamente, por primera vez, el discurso del estado de la Nación. Alcanzando un enorme éxito que le animaría a emplear otro tipo de innovaciones técnicas del campo de la comunicación, convirtiéndose, además, en el primer Presidente en ser grabado con una cámara cinematográfica que recogía el sonido. Todo un visionario.
Pese a las innovaciones estadounidenses fueron los británicos los que hicieron de los mensajes institucionales un verdadero elemento propagandístico. En los primeros pasos de la BBC, a Sir John Reith, fundador del ente comunicativo británico, se le ocurrió la idea de que el monarca se dirigiese a sus súbditos con un mensaje navideño. Así, dentro de un programa de tono festivo, el rey pronunció un discurso de corte imperialista en el que se comentó algunos de los principales avances tecnológicos que le habían permitido comunicarse con sus súbditos a lo largo y ancho del mundo (fruto del dominio de las ondas del Imperio), su preocupación por la paz mundial, asuntos de corte general de su reinado, acontecimientos de la familia real y sus sentimientos religiosos sobre la Navidad. Se inauguró, de este modo, un tipo de discurso en el que el monarca comentaba los principales acontecimientos del Reino Unido, prestando especial atención a los ocurridos en la Commonwealth. Una toma de contacto del Jefe de Estado con todos sus ciudadanos. Especialmente con aquellos que se encontraban a miles de kilómetros, perdón, millas. No olvidemos el corte imperialista que presidía un mensaje cuyo tema principal no se sometía, necesariamente, a la aprobación del Gobierno. Contando con una amplia autonomía en su redacción.
Fallecido Jorge V, y tras la abdicación de Eduardo VIII, Jorge VI (el protagonista de la sensacional película El discurso del rey) continuó con la empresa que había iniciado su padre. Fue en el año 1936 cuando pronunció su primer discurso, agradeciendo el apoyo de sus súbditos en el aniversario de su reinado. Poco después, lejos de las felicitaciones navideñas, el mensaje radiofónico tomó especial importancia durante la Segunda Guerra Mundial, empleándose por su potencia comunicativa. Un medio técnico que no entendía de fronteras y que permitía a uno y otro contendiente enviar sus proclamas al bando enemigo. El sueño de un Napoleón que siempre buscó el modo de enviar mensajes a la población del bando enemigo sin necesidad de atravesar el frente de batalla.
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Jorge VI |
Sería en el año 1957 cuando la hija de Jorge VI, la todavía Reina Isabel II, pronunciase el primer discurso televisado. Otra innovación que seguiría modernizando una vieja fórmula que ha ido perdiendo prestancia con el tiempo y que ya tiene más de tradición que de aporte comunicativo. Cabe destacar, eso sí, la última de las innovaciones que se ha introducido en el mensaje de este año. Y es que con motivo de la celebración del sesenta aniversario del acceso al trono, la felicitación navideña se ha grabado en 3D. No imagino quién querrá ver a la Reina Isabel II en 3D sentada en su salón mientras devora el equivalente al langostino británico, pero la tecnología no entiende de buen gusto. Salta a la vista que no.
En lo que respecta a nuestro país, España no fue una excepción en el empleo de este tipo de medios propagandísticos. La radio emergió como un potente instrumento comunicativo que no fue desperdiciado en ningún momento (especialmente durante la Guerra Civil). En lo que se refiere a los mensajes navideños, y aunque había precedentes anteriores, fue el General Franco quien institucionalizó en el año 1937 este tipo de “misivas radiofónicas” bajo la fórmula del Saludo dirigido en la Nochebuena a todos los españoles. Título que sería modificado en su siguiente emisión por Mensaje de fin de año y que permanecería así hasta la Transición. Un mensaje cuyo contenido regaló alguno de los momentos más surrealistas, por decirlo de algún modo, del régimen. Mención especial merece el mensaje pronunciado en el año 1973. Poco después del asesinato de Carrero Blanco, Franco se despachó con la siguiente frase: "no hay mal que por bien no venga". Ojipláticos debieron quedarse los españoles al escuchar semejantes palabras. Un hit más del dictador que acostumbraba al empleo de frases impactantes. Como la atribuida tras derrotar al ejército republicano y que suponía todo un desafío a la física (o una antinomia premonitoria): "Estábamos al borde del abismo, pero hemos dado un paso hacia adelante". Frase que algunos imputan a Augusto Pinochet, incluso a Groucho Marx por lo hilarante, pero de la que el diario ABC atribuye su autoría a Franco.
En cualquier caso, volviendo a los discurso navideños, la televisión se había convertido en todo un problema para el franquismo. Habían pasado muchos años desde que Franco había adoptado este medio para transmitir sus felicitaciones navideñas. Sin embargo, en los años setenta, el régimen franquista terminó perdiendo la batalla propagandística. No por la merma en el control de los medios, sino por el uso y abuso de los mismos. La televisión, esa vieja aliada que permitía colarse en todos los hogares, llevaba años mostrando los peores síntomas de la vejez de un dictador que se apagaba (y terminaría muriendo en su cama, dicho sea de paso). El fin de Franco era inminente y había que prepararse para lo que vendría después.
En cualquier caso, volviendo a los discurso navideños, la televisión se había convertido en todo un problema para el franquismo. Habían pasado muchos años desde que Franco había adoptado este medio para transmitir sus felicitaciones navideñas. Sin embargo, en los años setenta, el régimen franquista terminó perdiendo la batalla propagandística. No por la merma en el control de los medios, sino por el uso y abuso de los mismos. La televisión, esa vieja aliada que permitía colarse en todos los hogares, llevaba años mostrando los peores síntomas de la vejez de un dictador que se apagaba (y terminaría muriendo en su cama, dicho sea de paso). El fin de Franco era inminente y había que prepararse para lo que vendría después.
Muerto Franco, Juan Carlos I tomó el relevo en 1975. Pronunciando su primer mensaje en unas Navidades en las que la incertidumbre centró el discurso en la necesidad de conservar la paz y llevar a buen puerto una transición que aún no había sido comentada por Victoria Prego. Tras el primero vendrían muchos otros mensajes navideños en los que se prestaba atención a los detalles, a lo que no se decía pero se intuía. Época de intensa actividad política que dio paso a otra en la que las felicitaciones del Jefe de Estado fueron perdiendo interés en el fondo para ganarlo en la forma. Qué tipo de árbol, la foto de qué nietos, el color de las cortinas… hasta llegar a los últimos años, en los que los momentos particularmente malos (que no terribles) que vive la monarquía en España han puesto bajo la lupa todas las actividades que protagoniza cualquier miembro de la Familia Real.
Un hecho coincidente con la situación política y social especialmente preocupante que atraviesa España. Y ante este escenario algunos buscarán esta noche la función de arbitraje, moderación y de tutela política que tiene encomendadas el monarca. Una especie de suerte de claves que nos aclare el camino, además de recordarnos el irresponsable constitucional que todos los españoles somos iguales ante la ley. Pero hace tiempo que el discurso del rey dejó de importar demasiado. Pese a la imposibilidad de sintonizar con otro programa (salvo alguna excepción), lo que asegura el éxito de audiencia, las palabras del monarca ya no inspiran a ninguna generación política. Únicamente han quedado como un elemento para comentar lo que no dijo o dijo mal, llenar las portadas del día 26 con el habitual tono cortesano, realizar comentarios en las tertulias y rememorar los sacrificios realizados en la Transición y el 23 de febrero de 1981. Otra tradición más.
Un hecho coincidente con la situación política y social especialmente preocupante que atraviesa España. Y ante este escenario algunos buscarán esta noche la función de arbitraje, moderación y de tutela política que tiene encomendadas el monarca. Una especie de suerte de claves que nos aclare el camino, además de recordarnos el irresponsable constitucional que todos los españoles somos iguales ante la ley. Pero hace tiempo que el discurso del rey dejó de importar demasiado. Pese a la imposibilidad de sintonizar con otro programa (salvo alguna excepción), lo que asegura el éxito de audiencia, las palabras del monarca ya no inspiran a ninguna generación política. Únicamente han quedado como un elemento para comentar lo que no dijo o dijo mal, llenar las portadas del día 26 con el habitual tono cortesano, realizar comentarios en las tertulias y rememorar los sacrificios realizados en la Transición y el 23 de febrero de 1981. Otra tradición más.
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