Los síntomas del síndrome o el no regreso de Øttinger
Hace no mucho tiempo, Ottinger y su síndrome me acompañaban en el análisis de la situación política, la explicación de cuestiones relacionadas con la comunicación política, el análisis electoral y otras derivas de las que daba cuenta en blogs colectivos cuya paternidad compartía con amigos. Siempre con amigos. Un período interesante en el que se analizó la evolución de la comunicación política y la propaganda desde la I Guerra Mundial, procesos electorales de aquí y allá, especial recuerdo para la entrada “Presidente Obama” (igual es el título de la siguiente), la actualidad política y un largo etcétera. Pero lo cierto es que llegó un momento pese a nuestra fructífera relación (o a causa de ella, como en la canción de la Jurado) Ottinger se quedó sin grandes cosas que decir. Algo normal si tenemos en cuenta la definición de su síndrome que ofrece el especialista en marketing político Philippe J. Maarek (definición que tendrán que buscar en su manual “Marketing político y comunicación” ya que la Wikipedia borró el término al considerar que era una invención promocional de un blog con el mismo nombre… pobre Ottinger! Él, que fue congresista de los Estados Unidos). Y con poco o nada que decir, es mejor, como indicaba Shakespeare, ser señor de nuestro silencio que esclavo de nuestras palabras. Claro que también decía Heinrich Heine que no hay nada más silencioso que un cañón cargado. Quizás por ello, y aún a riesgo de no haber calculado bien la carga de pólvora, retorno por estos lares.
Y así, ante el silencio de Ottinger (al que alguien, no tengo idea de quién, ha ocupado su antiguo dominio), pasamos del síndrome a los síntomas. Al fin y al cabo, un síndrome no es otra cosa que un conjunto de síntoma. Por ello, después de este descanso, nada vacacional, me parece acertado regresar al análisis de las causas. Y es que los españoles somos expertos en diagnósticos (también en “automedicar” a los demás) mucho antes de ver al Dr. House hacer un diferencial. Para qué llevar la contraria desde el principio al rancio solemne espíritu nacional. No tiene sentido alguno. Sobre todo para un blog poco ambicioso que tratará temas de análisis político, comunicación política, análisis electoral… (y algún que otro derivado). No es como si hablase de fútbol. Mucho más digno!
Puede que en esta primera entrada de presentación debería definir, más allá de las palabras clave (ya un tanto repetidas), los principios en los que se basa este blog, dónde quiere llegar, ponerme una meta (una ciudadanía crítica! Ah no, que eso forma parte de otro proyecto con el nombre de un barrio londinense), enumerar una serie de principios irrenunciables o realizar declaraciones grandilocuentes. Pero ese nunca ha sido el estilo. Sólo puedo prometer algo: el uso y abuso de las subordinadas hasta que consiga, casi sin querer, construir todo un párrafo con un único punto y una orgía de comas. El sueño de cualquier politólogo que se precie de serlo.
3 comentario(s)
:)
Aquellos que nunca abandonamos, a pesar de los años y de las obligaciones, los blogs y las subordinadas, te damos la bienvenida de nuevo al mundo de las bitácoras.
El tema de los párrafos largos llenos de subordinadas es más una cuestión cultural que un recurso expresivo. Se puede decir tanto en pocas palabras y se puede decir nada en muchas. Bienvenido otra vez al apasionante mundo de los blogs, en el que todos somos contingentes pero tú eres necesario.
(Cuando madure, te acompañaré, de momento te observo)
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