Impío don Pío del siglo XXI
Leída la entrada de Obama’s night, me cuenta @elsituacionista que le ha resultado muy larga, ha encontrado erratas propias de la mecanografía, que la barra espaciadora actúa autónomamente (o como una autómata, no recuerdo) y que está todo plagado de subordinadas infinitas. Le respondo que tiene razón en todo, pero que… (no hay confesión sin un pero que trate de exonerar) todo se debe a la firme intención de escribir las entradas de una sola vez. De un tirón. Tal cual salgan. Sin más corrección. Como hacía don Pío.
Decía Baroja, o al menos yo se lo atribuyo a él, que para escribir bien había que sentarse y escribir sin más. Todo lo que fuese posible. Sin hacer correcciones y sin parar hasta que fuese escrito todo lo que debía escribirse. Todo lo que debía decirse. Así, con este sencillo consejo, redactó algunas de las obras maestras de su generación. Retratos amargos y pesimistas de una España más próxima a un revival del siglo XIX que en el tránsito del XX. Pese a ello, lejos de convertirse en un mohíno, conseguía impregnarlo todo de un aire espontáneo que daba cierta vitalidad a su obra. Algo que no era casual y que se debía a la maximización de su depurada técnica. Una técnica que tenía truco: la perfecta estructura de la obra. Algo que, efectivamente, le permitía escribir de un tirón sin necesidad de corregir o pensar a cada instante cuál sería la suerte que correrían sus personajes. Un prodigio a la altura de pocos y que en la lectura obligatoria de la ESO (aunque no estoy seguro de que siga siendo obligatoria su lectura) no puede apreciarse. Bastante tienen los adolescentes hiperhormonados con lograr peinarse y vestirse como sus ídolos, es decir, como los ídolos de aquellas a las que intentarán seducir. Difícilmente van a pensar en cómo estructuraba sus novelas un tío que lleva muerto la torta de años y cuya vida tienen que aprenderse junto con la de otros tantos escritores que se dejaron robar Cuba y que nunca consiguieron europeizar España. Fracaso por fracaso. Fracaso al cuadrado.
Inadvertidas virtudes de genio que sólo un reducido grupo de buenos escritores posee. Quizás el mejor posicionado en estas cualidades sea Dostoievski. Autor que era capaz de dictar día tras día a su asistente sin necesidad de parar para una sola corrección. Llegando a su máximo de producción: dictar una novela por las mañanas, otra novela diferente por las tardes y seducir a su asistente por la noche. Eso es un prodigio ruso y no el Playmobil Putin Explorador. Veintiún días para dictar El Jugador y acabar poco después como su protagonista, jugándose todo su capital en Baden-Baden. [En realidad, para los que no lo sepan, Baden-Baden no está en la Selva Negra alemana, sino en el Madrid de agosto. O eso nos gusta decir a los sudorosos castizos.]
Naturalmente, todo lo dicho forma parte de un vago intento de justificar cualquier error o desajuste que pueda tener este blog. No es que trate de buscar amparo en los grandes escritores de tertulias y cafés. Ni mucho menos. Además, se han extinguido. Ya no quedan escritores como Pío o Fiódor, ni como ningún otro de su condición. Ahora tenemos escritores de academia. Que acuden a la universidad o a un caro curso de postgrado en Yale (o equivalente) para aprender los secretos de la técnica. Talento ninguno, pero la forma impecable. A lo Franzen. O peor, a lo Littell! Claro que es mucho mejor aprender a cocinar, mezclando adecuadamente los ingredientes (aún sin pasión), que acabar robando los platos a los demás. Es decir, que rebuscando en las librerías de viejo y copiando antiguas historias para presentarlas como nuevas y acabar firmando, al tiempo en el que son presentadas en unos grandes almacenes, el contrato para la serie o película. No hablo de nadie en concreto. O sí.
A pesar de la crítica, y para ser justo, aún publican algunos escritores verdaderamente talentosos. Y encontrar a cada uno de ellos supone un descubrimiento más meritorio que el salto del fulano ese de Red Bull. No hay que perder la esperanza. No será probablemente el caso de este blog, que continuará con el mismo estilo, pero qué le vamos a hacer. Seguiremos en la tradicional máxima sobre este país: “los españoles no piensa, actúan”. Puede que al final sólo sea eso, un exceso de actuación. Es decir, una sobreactuación. Y es que siempre hemos sido unos revisionistas al alza del método Stanislavski.
En cualquier caso, y para acabar ofensivamente, @elsituacionista, tú antes molabas, ¿dónde has dejado tu alma difusa? Igual el subvertido puede ayudarnos en esa busca.
2 comentario(s)
Demasiado quisquilloso ese @elsituacionista.
Siempre faltando al respeto. Al menos esta vez lo hacéis desde cuentas con nombre y apellidos, y no con complicados alias que ocultan personalidades atormentadas.
Abrazos.
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